Por: Sergio Villaseñor

En días recientes el músico Alex Lora fue severamente criticado por un video de un concierto celebrado en Tijuana, Baja California, el año anterior en el que detuvo el set para exigir que sacaran «a esos hijos de su puta madre» porque «sus puterías no les permitían seguir rocanroleando».

Si bien el motivo del enojo de Lora se debió a la pelea entre dos asistentes al concierto y por el cual ya ofreció disculpas, sus palabras dan muestra de la ideología machista, homofóbica y clasista del vocalista de El Tri.

La violencia no puede ser combatida con más violencia (en este caso retórica), y menos cuando este rosario de insultos (el cual haría sonrojar hasta al corsario más osado) proviene de alguien que le canta a la Virgen de Guadalupe o que ensalza la sabiduría de Juan Pablo II, lo cual se contrapone al discurso que desde sus inicios ha pregonado el esclavo del rocanrol en el que si algo denosta, es el abuso de autoridad.

Hay que recordar que ésta no es la primera vez que Alex se ve envuelto en un escándalo de influencia, ya que en 2010 repentinamente a su hija, Celia, le fue revocada una sentencia de más de cuatro años de prisión cuando fue acusada de homicidio culposo agravado por conducir en estado de ebriedad.

Y no es que asusten todas las palabras altisonantes espetadas por Alejandro, aunque tampoco se puede soslayar la obstinación de los rijosos, lo que atrae el foco de atención es su forma de pensar que sirve de muestra para darnos cuenta del pensamiento retrógrado que campa descaradamente en nuestra sociedad. Y si ésa, que es una figura de influencia piensa así, habría que reflexionar qué tanto ha permeado en sus fanáticos y cómo se ve reflejado en el día a día de los ciudadanos.