El Leganés, un equipo pequeñito originario de la ciudad del mismo nombre, municipio que forma parte de la Comunidad Autónoma de Madrid, vivió una noche de ensueño al dar la campanada en el Bernabéu y eliminar meritoriamente de la Copa del Rey a un rival destartalado y rutinario. Los Pepinos hicieron lo que nadie había podido hacer en los 115 años del torneo copero: ganando y remontando la eliminatoria en el estadio Merengue.

Desde que el Leganés contrató a su actual entrenador, Asier Garitano, en el verano de 2013, el conjunto madrileño no ha parado de hacer lo que tanto promulga el vasco: crecer. Esa temporada salió del pozo de la Segunda B después de 10 años y muchos problemas económicos. Su crecimiento progresivo ha llevado al humilde club madrileño a codearse con la crema nata del balompié español, pues como bien se le ha transmitido a la plantilla: a este equipo hay que ganarle, seas el Barça, el Atlético o el Madrid.

Garitano le ha impregnado a sus jugadores que sobre el césped ellos son un reflejo de su entrenador. El equipo rara vez se descompone, es un bloque pétreo que defiende con una solvencia notable y que maneja los tiempos de la presión como el mejor Atlético de Simeone. Ante el Madrid siguió apretando arriba incluso cuando marcó el segundo tanto.

El Leganés tampoco va a perder la cabeza, porque como afirma Garitano «no hay nada que celebrar», su objetivo principal es mantener la categoría y alejarse de los puestos de descenso.

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