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Las expectativas económicas se revirtieron

Las expectativas económicas se revirtieron

 

El ensordecedor ruido producido por el efecto Trump impide percibir, de manera realista, el cambio que han tenido las expectativas económicas y menos aún el impacto que las mismas tendrán en la población mexicana.

Mientras que al inicio del año pasado se esperaba que la economía nacional crecieron por arriba del 3% en 2017 y la inflación fuera cercana a este porcentaje, hoy en día el promedio de los analistas consideran que el crecimiento del PIB será más cercano al 1.5% o incluso menor y la inflación estará situada por arriba del 5%. Por su parte, las expectativas del tipo de cambio han pasado de 17 pesos por un dólar para estimarlo en 22 pesos al final del presente año y algunos opinan que pueden ser superiores a este precio.



Esto se debe a que la estrategia del crecimiento económico mexicano estaba basada en una creciente integración con la economía norteamericana (definido de manera legal por el TLC), supuesto “duro” en el que se apoyaban miles y miles de decisiones, realizadas tanto por el sector público como por el privado.

Tanto el gobierno federal, como los estatales y municipales, así como millones de empresas y consumidores suponían que el futuro de nuestra economía sería una extensión del entorno pasado, con ligeros ajustes. Inversiones públicas y privadas, patrones de consumo de las familias, esquemas de producción, hábitos de vacaciones y millones de decisiones adicionales partían de este gran criterio. Sin embargo este gran supuesto está hoy en duda, de manera intempestiva e inesperada, ya que una de las partes afirma que no le conviene, por lo que amenaza con el “divorcio”. Como en todas las separaciones esta decisión tiene costos relevantes para ambas partes, pero no es claro que tan elevados ni que tan rápido sería el proceso.

Esta amenaza de separación se debe a la percepción que tiene un porcentaje muy importante de la opinión pública norteamericana, la cual es negativa respecto a México, siendo tres los principales elementos que la explican: 1) El estancamiento o incluso la reducción en el nivel de vida de la población en general de ese país, a raíz de la gravísima crisis financiera de 2009, que atribuyen de manera errónea al TLC con México; 2) La pérdida de incentivos para continuar con su integración a nuestra economía, por una menor capacidad de producción y exportación de petróleo en México y un mercado in-terno con poco dinamismo para que ellos vendan sus productos; y 3) Una deteriorada imagen externa de México, más relacionada con violencia, corrupción y drogas que con aspectos positivos.

El resultado de este anuncio es una contracción en la entrada de capitales del exterior, ya sea por menor inversión extranjera, por mayores trabas a nuestras exportaciones y por posibles restricciones a las remesas de los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos, entre otras causas.



Eso ha impactado en un tipo de cambio más débil, lo que a su vez propicia un incre-mento en la inflación. En los pasados ocho meses el peso ha perdido 16% de valor frente al dólar. Por su parte, la inflación anual, medida por los Precios al Consumidor de es de 4.72% en enero en comparación con el mismo mes de 2016, mientras que un año antes los precios crecían al 3.07%; por su parte los Precios al Productor crecieron 9.8% anual en enero. Para contener una escalada en los precios el banco central se ha visto obligado a elevar la tasa de interés de referencia de 3.25% hace doce meses a 6.25% en la actualidad, esto es se ha duplicado. Esto significa que las empresas y los particulares pueden estar pagando casi lo doble por el pago de intereses de sus deudas.

Las mayores tasas de interés, conjuntamente con un tipo de cambio más débil, provocan que el servicio de la deuda pública sea más elevado, lo que incrementa el gasto público y el déficit fiscal. Esto pone en entredicho todo el programa de ajuste del gobierno del presente año, que puede perjudicar la calificación crediticia del país, lo que elevaría aún más las tasas de interés. Los cambios en las variables anteriores tienen un impacto negativo en la inversión privada y, consecuentemente, en el crecimiento económico.

Para lograr enfrentar este entorno es inevitable un fuerte ajuste en el gasto público y en su mala asignación. Aspecto primordial es la reducción en la corrupción y un incremen-to en la productividad nacional, que ha estado estancada en los pasados lustros. Un criterio que debería regir la toma de decisiones de todas las autoridades es el cómo

bajar los costos de producción y de distribución de las empresas mexicanas, para se-guir compitiendo con las empresas extranjeras. Lo demás es lo de menos.