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Política a la Mexicana: Otra vez los plurinominales

Política a la Mexicana: Otra vez los plurinominales

La semana pasada en plena incertidumbre de lo que iba a decir Donald Trump en su discurso inaugural, volvió a ser tema entre la ciudadanía la probable reducción de los legisladores plurinominales. En anterior colaboración ya nos habíamos referido al asunto, pero los cambiantes y constantes cambios de nuestra actividad política nacional adicionados a las “bravuconadas” del millonario nos obligan a realizar un análisis más al día. Todo se reinició el pasado martes cuando el vicecoordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Jorge Carlos Ramírez Marín, expresó que los legisladores federales de representación proporcional ya no tienen la misma importancia que antes para ser los representantes de las minorías porque hoy existe la competencia electoral transparente. Lo dicho por el diputado, aun con la inseguridad e inquietud de lo que vendría con Trump, provocó una gran mortificación entre la clase política de la oposición.

La preocupación se acrecentó porque, como se recordará, esta materia ha sido objeto de múltiples análisis y críticas en los últimos veinte años y varias iniciativas se han presentado (la última al respecto fue en el 2015 en el Senado) y siempre han terminado en la congeladora legislativa “por no ser el momento adecuado”. Hace pocos años el conocido periodista panista y ahora candidato independiente a la Presidencia de la República, Pedro Ferriz De Con, encabezó un movimiento (en sus programas radiofónicos y en las escandalosas redes sociales) en el que, según él, se lograron juntar un millón de firmas que solicitaban la desaparición de los legisladores electos por el principio de representación proporcional. Como ni con su perseverancia ni con la influencia que sentía tener, pocos políticos le hicieron caso, el asunto pasó formar parte de los múltiples casos que casi se murieron por inanición. Recordamos el del diputado panista César González Madruga en 2009.

González Madruga manifestó, en aquella ocasión, que “los diputados plurinominales solo sirven para el reparto de cargos y liderazgos de los partidos políticos y no representan a los ciudadanos” y que, en todo caso, “provocan la sobrerrepresentación de los partidos y son parte de los vicios del viejo sistema político mexicano. Los plurinominales ya están caducos y deben llegar solo los que hacen campaña”. Los argumentos esgrimidos en el Senado en el 2015 por el senador priista Miguel Ángel Chico fueron diferentes aunque importantes, ya que solo proponía la reducción de la mitad de los “pluris”. El legislador guanajuatense expuso que al reducirse el número de diputados y senadores se logrará una mejor eficiencia del Congreso y se contribuirá a fomentar el ahorro en el gasto público, a facilitar acuerdos, a trabajar con mayor eficiencia y, sobre todo, a responder a una demanda ciudadana sobre el exceso de legisladores. Agregaba que ya existían partidos fuertes y competitivos y que en las últimas legislaturas se ha logrado una vigorosa integración plural, así como que ya existen los independientes. En cuanto al Senado, manifestó, que está asegurada la presencia de corrientes ideológicas diferentes, por lo que era necesario retomar el principio federalista de la representación paritaria de los estados y el Distrito Federal (hoy CDMX).



La propuesta de Chico mereció la aprobación de su bancada y sus aliados, e incluso la de los panistas del senado, pero no se le dio mayor impulso debido a los tiempos políticos de entonces y engrosó a la congeladora legislativa. Por eso llama la atención que ahora los diputados priistas desempolven a dicha iniciativa y la revivan con toda vehemencia, ya que fue suscrita por el propio coordinador de la bancada, César Camacho y sus vicecoordinadores, Enrique Jackson y Ramírez Marín. Como se sabe el entonces candidato a la presidencia, Enrique Peña Nieto, hizo de la reducción de plurinominales una de las promesas de su campaña y, por otro lado, los anuncios de recortes presupuestales por parte del gobierno hacen congruencia con este movimiento en ambas cámaras. Así que ahora sí parece que va en serio, porque hasta el actual presidente del PRI, el viejo y experimentado, militante, Enrique Ochoa Reza, la apoya.

Dijo Ochoa que los partidos y el gobierno tienen que apretarse el cinturón, “Tenemos que trabajar conjuntamente con la ciudadanía para resolver la situación que enfrenta el país”, por lo que apoya la reducción de plurinominales.

La mayoría de los partidos de oposición, señaladamente los que integran a la conocida como “chiquillada” han puesto el grito en el cielo y han respondido a la amenaza. Alegan que romperá el equilibrio de fuerzas que se ha obtenido en el Congreso desde la implementación de los “pluris”. La reforma, dicen, solo disminuiría a los grupos parlamentarios minoritarios, no fomentaría el consenso y favorecería a los bloques parlamentarios mayoritarios a imponer sus decisiones. La integración actual de las Cámaras obliga, dicen otros, permanentemente a establecer acuerdos políticos para legislar democráticamente. Hay algunos que tratan de explicar con una gran dosis de demagogia que “eliminar a la mitad de los plurinominales en la Cámara y a 32 senadores no resuelve de fondo los problemas financieros del Congreso. No faltan los que califican a la iniciativa simplemente como “oportunista y electorera”.

Largo ha sido el recorrido de nuestra incipiente democracia para que las minorías pudieran estar representadas en el Congreso. Apenas comenzó con los llamados Diputados de Partido, durante el gobierno de Adolfo López Mateos en 1963. Pero fue hasta la Reforma Política de 1978 que se creó un sistema mixto de elección que amplio a 400 el número de diputados, de los cuales 100 se asignaron bajo el principio de representación proporcional. Para 1986 la presión de la izquierda y un poco de los panistas hizo que se aumentaran los “pluris” a 200. Nosotros, como diputados de esa época, creíamos y creemos que lo único que México no necesitaba eran más diputados. Posteriormente, durante el mandato de Ernesto Zedillo, se hizo otra reforma constitucional que incrementó a 128 el número de senadores, 64 de mayoría relativa, 32 por el principio de primera minoría y los otro 32 por el principio de representación proporcional mediante un sistema de lista nacional. Se logró con ello que el Senado tuviera también una autentica pluralidad ideológica al incorporar verdaderas minorías que no pintaban en el escenario político nacional como para tener senadores.



Sin duda el país vive momentos difíciles: la llegada de Trump y sus amenazas, la economía con sus múltiples problemas (inflación, deslizamiento del peso, bajo crecimiento etc), inseguridad, impopularidad del gobierno y de nuestro presidente y la falta de credibilidad en nuestras instituciones. La existencia de los legisladores plurinominales es una causa más del descontento o del “mal humor social” y su eliminación ayudaría en algo a componer las cosas, no es la panacea de nuestros problemas ni tampoco es la solución a disminuir sustancialmente el déficit presupuestal y a eliminar los excesos en el gasto público. El presidente Peña tiene un largo camino por recorrer para recuperar la confianza y la credibilidad que ha perdido. La visita que hará a Washington el próximo dia 31 marcará su mandato para lo que le resta. Hay ya signos de que no será tan siniestro como pensábamos, ojalá que así sea y que Videgaray y Guajardo den lo mejor de ellos.

Puede que no resuelvan todo, pero es tiempo de actuar y hacérselo ver a los mexicanos. Eliminar a parte de los odiados plurinominales ayudaría un poco en el descontento popular, aunque entendemos que su existencia es fundamental para la vida democrática nacional aunque sobran algunos.

jcrh