LONDRES, Reino Unido.- En la víspera de una cumbre europea los nubarrones gravitan en torno al Brexit, con una desaceleración de la economía del Reino Unido -menor consumo de los británicos- así como los impulsos separatistas en Escocia e Irlanda del Norte.
Estadísticas y declaraciones publicadas en los últimos días atenuaron la euforia de los partidarios de la salida británica de la UE, alentados hasta el momento por la buena salud de la economía en los meses posteriores al referéndum del 23 de junio, en el que un 52% de los votantes decidieron el Brexit.
El crecimiento da señales de estancamiento tras los buenos resultados registrados en 2016 gracias al consumo doméstico. En el primer trimestre, el producto interior bruto (PIB) sólo creció en un 0,3%, un dato bastante inferior a la subida del 0,7% lograda en los tres últimos meses del año pasado, según informó este viernes la oficina británica de estadísticas (ONS).
La desaceleración se debe, sobre todo, a un menor consumo de los británicos, que sufren las consecuencias de una libra más débil a raíz del Brexit, lo cual aumentó mucho el coste de los bienes importados.
La principal organización patronal, la CBI, se mostró preocupada por la situación. «En un momento en que Reino Unido redefine su relación con el mundo, el próximo Gobierno deberá construir una estrategia industrial», declaró su economista jefe, Rain Newton-Smith.
Todo un reto para Londres, sobre todo a la hora de abordar las nuevas relaciones con los 27 países restantes en la UE, cuyos líderes se reunirán el sábado en Bruselas para definir la posición europea en la negociación sobre el Brexit.
«Un país tercero no gozará de los mismos derechos, ni de derechos más ventajosos, que un país miembro», advirtió el jueves la canciller alemana Angela Merkel, que dijo «tener la sensación de que algunos en Reino Unido siguen haciéndose ilusiones al respecto».
La primera ministra británica, Theresa May, replicó acusando a los Veintisiete de «unirse contra» Reino Unido, en plena campaña para ampliar su mayoría conservadora en las elecciones legislativas anticipadas que convocó para el 8 de junio.
«Tiene razón… No debe subestimar la unidad» de la UE, dijo este viernes un diplomático europeo en Bruselas, que reconoció sin embargo que sería más difícil mantener la unión cuando empiecen las conversaciones sobre «la futura relación» con Londres.
Factura pendiente
Los dirigentes europeos coinciden en la necesidad de cerrar la cuestión de la separación antes de autorizar a Reino Unido a abordar los futuros acuerdos comerciales, ya sea con la UE o con otras regiones.
Londres quisiera poder entablar las negociaciones comerciales lo antes posible, en particular con Estados Unidos. Pero el secretario estadounidense de Comercio, Wilbur Ross, echó esta semana un jarro de agua fría sobre esas aspiraciones al sugerir que la firma de un acuerdo bilateral con Reino Unido no era una prioridad para Washington, en una entrevista para el diario The Wall Street Journal.
El Gobierno británico deberá negociar, ante todo, la factura que deberá pagar antes de salir de la UE, unos 60.000 millones de euros, según Bruselas. Esa cantidad podría incluir el coste de la mudanza de las agencias europeas instaladas en la capital británica, lo cual sería una pequeña humillación para Londres.
A las negociaciones sobre el Brexit se suman las amenazas contra la integridad de Reino Unido, donde la líder del Gobierno regional escocés, Nicola Sturgeon, quiere celebrar un nuevo referéndum de independencia, mientras renace el impulso separatista en Irlanda del Norte.
Según fuentes europeas, los dirigentes de la UE tratarán este fin de semana la cuestión de una adhesión automática de Irlanda del Norte en la Unión, una vez terminado el Brexit, en el caso de que esa región decida la reunificación con la República de Irlanda.
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