Por: Sergio Villaseñor
En 1995, durante una entrevista con la presentadora de origen cubano, María Elvira Salazar, Fidel Castro declaró que «Todos los enemigos se pueden vencer». Tal aseveración parece haber sido asimilada y retomada por Andrés Manuel López Obrador, quien en su tercer intento por sentarse en La silla presidencial hará hasta lo imposible para cumplir su cometido, y si esto implica traer a viejos conocidos, desconocidos y hasta enemigos, el tabasqueño no tendrá ni un ápice de duda.
Y porque la promiscuidad política parece no tener fondo, podemos ver que al proyecto de López Obrador se ha sumado gente como Gabriela Cuevas, quien en algún momento cuestionó la gestión de AMLO como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, asegurando que cuadruplicó el desempleo y llevó a la capital a tener más secuestros que Colombia. Y aunque ella lo negó, la verdadera causa de su renuncia al PAN obedece a que no obtuvo la candidatura a una diputación federal que le permitiera continuar como presidenta de la Unión Interparlamentaria.
Y si de cambiar de camiseta hablamos, no olvidemos al ex futbolista Cuauhtémoc Blanco, quien presuntamente recibió siete millones de pesos a cambio de ser el candidato del Partido Social Demócrata (PSD) a la alcaldía de Cuernavaca, Morelos. Según el contrato firmado por Blanco el 17 de enero de 2015, cinco meses antes de las elecciones, recibiría el dinero sin importar si ganaba o no la elección. Los siete millones fueron aportados por empresarios de Cuernavaca y pagados en un lapso de 10 meses.
Blanco Bravo aseguró que su firma había sido falsificada. Pese a todo, ganó la elección y tras una gestión polémica, el Cuauh demuestra que ve a la política como un lucrativo negocio al recibir “la bendición” de López Obrador para ser su candidato a la gubernatura.
Continuando con las bendiciones y padrinazgos, no podemos soslayar a Marcelo Ebrard, quien tras retirarse de la escena política mexicana durante poco más de tres años, luego de haber sido relegado por el PRD y rechazado para contender por una diputación local con el partido Movimiento Ciudadano, volvió (y no precisamente en forma de fichas) porque López Obrador «representa la opción para cerrar un ciclo y abrir otro».
Para la Fiscalía General de la República, López Obrador propuso al exprocurador de Justicia, Bernardo Bátiz Vázquez y a la magistrada de la primera sala del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, Eva Verónica de Gyves Zárate; y al investigador de la UNAM, Juan Luis González Alcántara Carrancá. Aunque, dentro de estos 4, Bátiz llevaría ventaja por su pasado durante la gestión de AMLO en el exDF.
Para atrapar el corazón de los millennials, López Obrador ha sumado a uno de ellos. Se trata de Luisa María Alcalde, quien tiene 30 años; es licenciada en Derecho por la UNAM y cuenta con una maestría en la Universidad de Berkeley, California, Estados Unidos. En 2011 se unió a las filas del entonces Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que en aquel año aún no era un partido político.
En aquel entonces, Alcalde se desempeñó como representante de jóvenes y estudiantes del Comité Ejecutivo del Movimiento de Regeneración Nacional. En 2012, durante la 62 legislatura llegó a San Lázaro por la vía plurinominal de la mano de Movimiento Ciudadano; sin embargo, su bandera siempre ha sido la morenista. Luisa es hija de Arturo Alcalde Justiniani, abogado especialista en materia laboral y de Bertha Luján, quien desde el paso de AMLO por la jefatura de gobierno en la CDMX trabajó de cerca con él.
