MÉXICO.- Ante el panorama que representa Donald Trump con su discurso xenófobo, México se está jugando el 80% de sus exportaciones, las cuales tienen como destino tanto Estados Unidos como a Canadá, sus todavía hasta hoy principales socios comerciales.
Y es que en caso de que se abandone el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para una economía tan abierta como la mexicana, supondría limitar una de sus principales fuentes de divisas y llevaría al país a un terreno inexplorado en un momento en el que sus otras dos vías de ingresos –las remesas procedentes de EEUU y la petrolera estatal, Pemex– también están en jaque por, respectivamente, la dialéctica abrasiva del magnate y el abaratamiento del crudo. Solo el turismo permanece como un motor de crecimiento fiable.
Pero, entre toda esa extensa gama de amenazas, la de la renegociación o ruptura del TLC sin duda se lleva la palma. Si en algo coinciden todos los expertos en comercio internacional consultados en la última semana es que la diversificación de la matriz exportadora solo es posible a largo plazo –a 10 o 15 años vista–, mientras que a corto es muy difícil ajustarse a un shock como un arancel del 20%, como el que ha dejado caer Trump.
De acuerdo con Luis Ernesto Derbez, “México no debería sentarse a renegociar nada de la versión actual del acuerdo. En realidad, debería ser más una modernización y no tanto una renegociación: centrarse en asuntos como el transporte o el comercio electrónico, que no estaban en la mesa cuando se firmó, en 1994”. En todo caso, recuerda, la ruptura del tratado sería una mala noticia pero no el fin del mundo: “Habría que irse a la normativa de la Organización Mundial del Comercio (OMC), con aranceles que, sobre vehículos, son del 3%. Sería asumible”.
A largo plazo, todas las miradas se centran en China, cuya cuota actual sobre las exportaciones mexicanas es prácticamente testimonial (del 2%). También en Brasil (1,3%) y Corea del Sur (0,7%), mercados importantes con importantes complementariedades con el país hispanoamericano.
El caso de Canadá, la tercera pata del TLC, es muy distinto al de México. “Acaba de cerrar un acuerdo comercial muy interesante con la Unión Europea [el CETA] y, además, tiene unas estructuras productivas muy distintas”, subraya Ignacio Bartesaghi, de la Universidad Católica del Uruguay. A eso hay que añadir que su relación con EEUU está más centrada en los servicios y menos en los bienes. “El problema de Trump es México, no Canadá”, zanja Bartesaghi.
con información de agencias
jcrh