WASHINGTON,- La tónica de Donald Trump le puede provocar problemas una vez que llegue a la Casa Blanca, si trata de acusar oficialmente a China de manipular su propia moneda. Han pasado años desde que la segunda economía más grande del mundo -detrás de Estados Unidos-, dejó de manipular su moneda para beneficiar a los exportadores chinos.
Sin embargo, incluso si Beijing siguiera tratando de hacerlo, las leyes estadounidenses creadas para tomar represalias contra estas prácticas requieren que Estados Unidos pase un año negociando una solución antes de que pueda tomar acción alguna. Trump pasó buena parte de la campaña culpando a China por los problemas económicos del país. Es cierto que la relación comercial entre ambos países es desigual. China vende mucho más a Estados Unidos de lo que le compra. El asombroso déficit comercial estadounidense ascendió a 289.000 millones de dólares durante los primeros 10 meses de 2016.
No obstante, la verdad es que durante los dos últimos años China ha estado interviniendo en los mercados para revaluar su moneda, el yuan, no para devaluarla y hacer las exportaciones chinas más competitivas. Beijing dio un paso más en esa dirección el jueves. Disminuyó el peso relativo del dólar en una canasta de divisas, a la que además le añadió 11 otras monedas, según un documento publicado por el Sistema de Intercambio de Divisas de China.
Eswar Prasad, economista de la Universidad de Cornell, dijo a principios de mes que los planes de Trump de nombrar a China como manipulador de divisas están «desconectados de la realidad».
«Toda esta discusión es irónica», expresó David Dollar, miembro de la Brookings Institution y ex funcionario del Banco Mundial y del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Trump «está desfasado», añadió. El Departamento del Tesoro no ha acusado a China de manipular su moneda desde 1994. Si lo hiciera ahora, probablemente no pasaría nada, al menos inicialmente.
Si el Tesoro designa a China manipulador de monedas bajo una ley de 2015, se supone que debe pasar un año tratando de resolver el problema mediante negociaciones. En caso de que éstas fracasen, Washington puede tomar ciertas represalias, como evitar que la U.S. Overseas Private Investment Corp. (OPIC), una agencia gubernamental de desarrollo, financie todo programa en China. El problema es que Estados Unidos ya suspendió las operaciones de la OPIC en China hace años para castigar a Beijing después de la sangrienta represión en la Plaza de Tiananmen de 1989.
Por lo tanto, nombrar a China manipulador de divisas es básicamente «solo un ejercicio de abrir las mandíbulas», opinó Amanda DeBusk, presidenta de comercio internacional del bufete Hughes Hubbard & Reed y ex funcionaria del Departamento de Comercio. «No hay consecuencias inmediatas», agregó.
Gary Hufbauer, experto en derecho comercial en el Instituto Peterson de Economía Internacional, subrayó que, una vez que sea presidente, Trump podría activar una disputa sobre la moneda por cuenta propia. En el pasado, el Congreso ha cedido al presidente poderes amplios para imponer sanciones comerciales. Trump ha amenazado con aplicar un arancel de 45% a las importaciones chinas como castigo por prácticas comerciales injustas, incluida la supuesta manipulación de divisas.
Cualquiera que sea el motivo que alegue Estados Unidos, China tiene un registro congruente de represalias contra las sanciones comerciales.
El periódico Global Times de China, publicado por el Diario del Pueblo del Partido Comunista, ya ha conjeturado que «China adoptará un enfoque de ojo por ojo» si Estados Unidos aplica aranceles bajo el gobierno de Trump. El periódico también indicó que Beijing podría limitar las ventas de iPhones y aviones de Boeing en China.
«Los chinos son predecibles», dijo DeBusk. «Si se les da un puñetazo, te lo devolverán».
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