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Papa advierte a cardenales cuidarse de la polarización

Papa advierte a cardenales cuidarse de la polarización

CIUDAD DEL VATICANO,- El nuevo grupo de cardenales fueron advertidos por el Papa Francisco estar atentos contra «el virus de la polarización y la enemistad», que se puede colar en las formas de pensar, de sentir y de actuar en la Iglesia.  “No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio”, señaló desde el altar mayor de la Basílica de San Pedro.

El Papa celebró allí un Consistorio Público durante el cual “creó” 17 nuevos purpurados, a los cuales entregó los signos visibles de su nueva dignidad: el birrete colorado, el anillo y la bula.

En su mensaje, el pontífice constató que la época actual está caracterizada por el resurgir como epidemia, en las sociedades, de la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos. Advirtió que esta situación provoca que la gente considere rápidamente a quien está a su lado no como un desconocido, inmigrante o refugiado sino como una amenaza y un enemigo.



Esas personas, siguió, se convierten en enemigos por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres, por su color de piel, por su idioma o su condición social, por pensar diferente e inclusive por tener otra fe.

Según Jorge Mario Bergoglio, esta lógica de la exclusión se instala en la forma de vivir, de actuar y de proceder de la mayoría de los ciudadanos, que comienzan a ver a todo y todos “con sabor de enemistad”, transformando las diferencias en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia.

“Cuántas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia”, estableció.

“Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros”, reflexionó.



Recordó que Jesús pidió, “sin dar vueltas”, que sus discípulos amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian, bendigan a los que los maldicen y rueguen por los que los difaman. Reconoció que esas acciones son fáciles de realizar con los amigos y las personas cercanas, pero no surgen espontáneas con el propio adversario o enemigo.

“Frente a ellos, nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos; buscamos en muchos casos demonizarlos, a fin de tener una santa justificación para sacárnoslos de encima”, precisó.

“Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima. El amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, no las deja abandonadas incluso cuando se hayan equivocado”, insistió.

Señaló a los nuevos cardenales que esa actitud de “amor incondicional” debe ser la exigencia para convertir al pobre corazón de cada uno, que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar.
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