CIUDAD DEL VATICANO,- La decisión se antoja histórica, por vez primera en la historia los Museos Vaticanos pedirán a los visitantes que toquen con sus propias manos una de sus obras de arte, una videoinstalación gigante apenas inaugurada en ese complejo cultural y que «vivirá» sólo gracias al tacto de los curiosos.
Se trata de una creación del grupo italiano Studio Azzurro titulada “En principio (y después)” que, a partir de hoy, podrá ser admirada al inicio de la Colección de Arte Contemporánea de los museos papales y no muy lejos de la Capilla Sixtina.
Realizada en 2013 con motivo del primer pabellón de la Santa Sede en la 55 Bienal Internacional de Arte de Venecia, está compuesta por cuatro paneles interactivos colocados sobre las dos paredes laterales de la sala, sobre la pared frontal y en el suelo, al centro.
Gracias a un sofisticado juego de luces, cámaras, sonido y proyectores, los artistas Fabio Cirifino, Paolo Rosa y Leonardo Sangiorgi lograron crear una obra cuyo protagonista es el observador, obligado a colocar su mano sobre las pantallas para acceder a una experiencia artístico-sensorial.
“La obra prevé un involucramiento absolutamente activo del espectador, si no interactúa ella permanece en un estado de espera, con personas que se asoman a la superficie del espacio, miran y se van pero no parece ocurrir nada”, explicó Micol Forti.
La curadora de la Colección de Arte Contemporáneo explicó que existen dos formas de interactuar, una de ellas es colocar la mano sobre un rayo de luz que permite captar las sombras en forma de flashes y los imprime con luz sobre el fondo oscuro del suelo, creando imágenes siempre nuevas e interminables.
La segunda forma es acercarse a una de las tres pantallas colocadas sobre las paredes, donde constantemente se ve la proyección de imágenes de personas que caminan lentamente y luego de un tiempo desaparecen. Sobre dos de estas paredes los personajes son sordomudos, cuando el visitante toca con su mano durante varios segundos sobre uno de ellos este empieza a contar con lenguaje de señas la historia de un animal o una planta.
“La naturaleza es relatada en su diversidad, su multiplicidad y también en su armonía involucrando todos los sentidos, el visitante no es sólo involucrado en la vista y en el tacto, porque toca, sino también poéticamente es involucrado con el gusto y el olfato”, agregó Forti.
Precisó que las otras personas, proyectadas en el panel central, son hombres y mujeres recluidos en la cárcel de Bollate, a las afueras de Milán, dos de ellos con cadena perpetua.
Cuando se toca sobre uno de ellos, este se apoya sobre una especie de vidrio invisible, deja su huella en el aire y relata con sus propias palabras parte de su genealogía. No sólo en italiano, también en portugués o en rumano. “Dicen el nombre de sus familiares, el suyo, el de sus abuelos y bisabuelos. Algunos dicen poquísimas cosas. Hacen referencia a la memoria, que es confrontarse con nuestra historia y nuestro destino”, explicó la curadora.
Sostuvo que esta obra cambia radicalmente la actitud de los visitantes al museo, acostumbrados hasta ahora a ser sujetos pasivos ante cuadros y esculturas que transmiten un mensaje. Es la primera vez en la historia que los Museos Vaticanos suman a su recorrido una videoinstalación.
“Esta obra une armonía y generación, relato y complejidad de memoria y de sufrimiento. El contacto es la palabra clave. En los museos del mundo los carteles piden ‘por favor no tocar’, en este caso ocurre totalmente lo contrario, hay que tocar porque, de otra manera, la obra no existe”, insistió Forti.
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