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Champions: Real Madrid tuvo que ceder el empate

Champions: Real Madrid tuvo que ceder el empate

DORTMUND,-  Tercera ficha amarilla consecutiva que cae en la columna de los empates. Tres en raya. Tres duelos seguidos sin ganar, aunque el Madrid dio mejores sensaciones en Dortmund que las mostradas en las últimas fechas. Otra vez se adelantó dos veces, otra vez dejó sin cerrar un partido que tenía ganado a falta de tres minutos, otra victoria que se le escapa como a un niño un globo de helio. El empate no es preocupante porque el duelo era el más complicado de la fase de grupos, pero a los de Zidane les va haciendo falta una alegría que les vuelva a coser la sonrisa.

El partido nació con un termo de café y las pulsaciones por las nubes. En los primeros minutos el césped se convirtió en portaaviones. Despegaban cazas en todas las direcciones a toda velocidad. Se producían posesiones y ataques espejo. Lo que intentaba el Madrid en un área lo repicaba el Borussia en el otro. Y así, en menos de cinco minutos, Cristiano y Gonzalo Castro probaron de falta a Bürki y a Keylor.

Se empinó el muro amarillo, pero no hay mejor sherpa en esto del fútbol que Modric. Si existe en el balompié algo parecido al movimiento Acción Poética, lleva el 19 del Madrid. Con el Dortmund crecido y volcado, Luka le sacó brillo al mejor exterior de la Vía Láctea y pegó un pase de museo a Benzema, que repitió el mismo patrón que en la gloriosa noche madridista en Múnich, recorte y pase con ventaja al compañero, que resultó ser Kroos. Contra montada en un abrir y cerrar de ojos. Kroos-James-Bale antes de que el galés dejase de tacón y entre las piernas de Schmelzer para que Cristiano la reventase al palo largo.



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El Madrid quiso hacer cumbre en el Signal Iduna Park al sprint, pero pronto se empezó a encontrar trampas en el camino que le dejaban claro que hollar la cima del Westfalenstadion no es cosa sencilla. En el circo del partido, los blancos eran hombres bala y los amarillos equilibristas que jugaban al borde del regate, al filo del fuera de juego, tiradores de cuchillos como Guerreiro o Dembele y el ilusionista Aubameyang desdoblándose en ataque. No hay nada más grande en este mundo que los abuelos, pero él le prometió al suyo vestir de madridista y, en cambio, ya le ha fastidiado alguna que otra noche.

Ninguna de las contras blancas encontraba diana amarilla y acabó siendo el equipo alemán el que, como siempre, fue más eficiente. Guerreiro se sacó un zurdazo de falta que Keylor repelió con puños de peso mosca y no pesado como acostumbra y la bola, tras una carambola en la que participó de forma involuntaria Varane, acabó siendo empujada por Auba a la red a dos minutos del descanso.

En la segunda parte el guión fue exactamente el mismo. Keylor fue un repelente de disparos, como si en sus guantes se hubiera echado algún producto químico que le permitiera alejar de su portería todo lo que le llegaba. El Borussia quiso dominar la centralidad del tablero, pero poco a poco el empuje blanco fue cambiando el orden. Jugó bien el Madrid en ataque, buscaba alternativas y sacó el balón bien jugado desde atrás. Pero le volvió a faltar contundencia, algo que le sobraba antaño y que añora ahora. Varane, aprovechando el rechace de un remate al palo de Benzema, volvió a poner en ventaja a los de Zidane. Y el resultado podía ser tan justo como lo acabó siendo el empate.



Se paseó el equipo con la victoria en la palma de la mano, pero sin cerrar el puño. Otra vez, sin congelar el tiempo. Otra vez, se le resbaló el triunfo en los minutos finales. Schürrle encañonó a Keylor con un zapatazo en el 87′ y el muro se volvió a hacer gigante, imposible de escalar para el Madrid.

Es el empate menos preocupante de los tres, por el rival, por el escenario y porque no es malo para el devenir de la fase de grupos. Pero es otro empate. Ya van tres noches seguidas sin premio. La fiebre amarilla sigue infectando al Madrid y el Eibar aparece como analgésico en el horizonte de la Liga.
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