El anuncio de la Presidencia sobre el formato que tendrá el evento que sustituirá a la ceremonia a la que estábamos acostumbrándonos en torno al Informe Presidencial, no solo nos sorprendió sino que nos provocó una gran nostalgia por aquello que era uno de los grandes ritos de la política nacional. La obligación constitucional que tiene el titular del Ejecutivo de rendir un informe labores ante el Poder Legislativo en la apertura del periodo de sesiones del Congreso, convertía al 1 de septiembre de la era priista de cada año en una verdadera verbena de la clase política mexicana. Muchos dicen que era el “Día del presidente”, pero yo creo que era más que eso ya que si bien el presidente era el niño de la fiesta los políticos y los demás invitados lo disfrutaban y lo aprovechaban porque era la ocasión de hacer política en todo su esplendor. Hasta la oposición, cuando ya la había, redituaba con la ceremonia y los demás actos que se incluían en torno a ella.
Todo estaba dispuesto para el lucimiento del ejecutivo; el Estado Mayor Presidencial se posesionaba de las instalaciones parlamentarias días antes del evento por razones de seguridad y la oposición se quejaba inútilmente de la invasión a la soberanía del Congreso. Las listas de invitados se cotejaban con las de Presidencia y se designaban los lugares que ocuparían en estricto orden partidista. Se designaban comisiones de legisladores para acompañar al Ejecutivo de Palacio al Recinto, para recibirlo en la Cámara e introducirlo y otra para acompañarlo de regreso y había casi golpes por pertenecer a ellas. Se citaba con dos horas de anticipación y todos lo acataban, lo que hacía que para las 9:30 horas el recinto estaba a reventar. Los gobernadores de los estados y los miembros del Gabinete se juntaban en grupos para platicar y diputados y senadores se acercaban libremente a todos para saludarlos. Los presidenciables eran los más buscados por los legisladores y en esas ocasiones hasta Bartlett era amable. Durante el mensaje del presidente se buscaban signos que indicaran hacia donde iba el viento político y se especulaba cual había sido el ministro más ponderado por el Jefe de la Nación. Eran verdaderas encuestas de popularidad que los median.
Terminada la ceremonia protocolaria, todo estaba dispuesto para facilitar el traslado de los asistentes al segundo capítulo del evento: el saludo al presidente en Palacio. Decenas de autobuses esperaban para llevarlos, todos con eficientes edecanes para auxiliarlos. Se hacían largas colas y no faltaban los codazos y empujones para ganar un mejor lugar. Saludar, hacerse presente era primordial en el llamado besa manos y el cómo era uno saludado por el Jefe proporcionaba alegría o ñañaras. Durante el saludo se hacía grilla de la grande, pues se topaba uno con el quien es quien de la política nacional y todos eran cordiales. Saliendo de Palacio se organizaban comidas con los gobernadores y otros líderes de sector que permitían convivir relajadamente con los que mandaban.
La Cámara de Diputados, tanto en Donceles como en San Lázaro y a veces Bellas Artes, fue el escenario de mil anécdotas que ocurrieron en torno a los informes Presidenciales post revolucionarios. Ahí se escuchó el “Sois un farsante Señor Presidente” que le lanzó Aurelio Manrique al presidente Calles en 1928. Allí se dieron los austeros, por la vestimenta, informes de Lázaro Cárdenas, los largos y televisados por primera vez de Miguel Alemán, los solemnes y llenos de mensajes subliminales de Ruiz Cortines con sus frases y exhortos patrióticos: “Al trabajo fecundo y creador”. También López Mateos contribuyó con ilusorios mensajes como con el que abrió su quinto informe:” La paz, la tranquilidad y el espíritu de trabajo imperan en todo el país”. Gustavo Díaz Ordaz paso momentos difíciles leyendo sus cuarto y quinto informes, Luis Echeverría los hizo eternos y llenos de Tercer Mundo. La Reforma Política de 1978 llegó con sus diputados plurinominales y a López Portillo le tocó sufrir la violenta interrupción que hiciera a su discurso el panista Edmundo Gurza, que fue superada por la todavía más rápida intervención del presidente del Congreso, Luis M. Farías, quien en segundos manifestó “Están prohibidas las interpelaciones, siéntese diputado, continúe señor Presidente”. A don José no le volvió el alma al cuerpo por un largo rato y se sintió tenso el resto de la ceremonia.
El mal ejemplo se había dado y a Miguel de la Madrid, en su último informe, el senador Porfirio Muñoz Ledo no dejo de interrumpirlo hasta que fue obligado por los priistas a abandonar el recinto. Con los informes de Carlos Salinas surgieron los primeros diputados disfrazados de todo tipo de animales y nadie olvida las orejotas que se puso Vicente Fox a manera de protesta. Ernesto Zedillo padeció a la primera legislatura sin mayoría absoluta del PRI, lo que forzó a elegir al panista Carlos Medina Plasencia como presidente de la Cámara y que este le brindara una tortuosa respuesta al quinto informe de Zedillo y que se armara una trifulca entre los legisladores. Con la transición democrática, los informes de Fox se convirtieron en eventos que se asemejaban más a una corrida de toros en Xico, Veracruz que a una sesión solemne del Congreso. Con el sexto informe del panista se dio por terminado el ciclo ya que ni siquiera se le permitió el acceso al presidente al salón de sesiones por parte de los legisladores.
Felipe Calderón apenas pudo entrar a la Cámara a protestar como presidente por lo que decidió hacer su festejo después de entregar sus informes en otro lado y para ello recurrió al Auditorio Nacional y al Palacio Nacional a donde invitó a empresarios, líderes religiosos, diplomáticos y representantes de otros sectores a escuchar un mensaje al respecto. En el 2008 de una vez se acabó con la obligación de asistir al Congreso y presentar el informe, ya que ahora solo se exige presentarlo sin aclarar la forma de hacerlo. Con el regreso del PRI se especuló con volver al esquema anterior, ya que Peña Nieto había rendido protesta con normalidad ante el Congreso, pero ya eran otros los tiempos y se optó por una ceremonia posterior a la entrega del informe que se llevó a cabo al día siguiente en la explanada Francisco I Madero de Los Pinos. Pero para el 2014 se regresó a Palacio Nación en donde el presidente presento un mensaje largo y optimista.
Casi volvió El día del Presidente con el segundo informe del presidente Peña Nieto. La ceremonia que se montó fue solemne y muy bien organizada hasta en los mínimos detalles, se invitó a la clase política de todos los colores, a los principales empresarios, académicos, diplomáticos, líderes de opinión, jerarcas religiosos sin faltar la cúpula militar, es decir, a la Créme de la Créme del país. Eran los días posteriores a la aprobación de las reformas estructurales y soplaban vientos favorables para el peñismo. El tercer informe del sexenio tuvo otra vez su ceremonia en Palacio, pero el ambiente fue distinto. Las reformas no se habían consolidado, Ayotzinapa, la Casa Blanca, los narcos y la violencia habían golpeado al presidente. Por eso en esta ocasión se han diseñado planes distintos para después del informe.
El propio presidente Peña Nieto anuncio a través de un video que el mensaje con motivo de su cuarto informe sería distinto a los anteriores, ya que una vez entregado el documento al Congreso, seguramente por el secretario de Gobernación, sostendrá con jóvenes de todo el país un dialogo, en donde tendrán la oportunidad de hacerle preguntas y él hablara sobre los avances de su administración. Todo dentro de un marco de mayor informalidad aunque a puerta cerrada con 300 jóvenes destacados de todo el país. Es decir, se acabó el mensaje a la nación, los tiempos imponen otras respuestas. Es necesario acercarse a las nuevas generaciones que son los destinatarios de las reformas y contestar a sus inquietudes a sus interrogantes.Es hora de darle una vuelta a la información negativa, en el país existe otra realidad “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”. Los riesgos que toma el presidente son enormes, va a ser juzgado con dureza si las cosas no le salen. Sobre todo se va a cuestionar el origen y la transparencia de los jóvenes participantes. Creemos entender al presidente, el horno no está para bollos ni para ceremonias triunfalistas, se impone el golpe de timón. Ojalá este bien meditado.
Siempre supimos de lo exagerado y poco democrático que era El día del Presidente, por eso aplaudimos su desaparición aunque con la nostalgia de ver que se fueron tiempos que nos tocó vivir y que parecían los adecuados con la óptica que los veíamos en un país menos convulsionado.
jcrh