CIUDAD DE MÉXICO.- En 1968, la Ciudad de México, fue designada como sede de los Juegos Olímpicos. Un total de 5,516 atletas procedentes de 112 países que participaron en 172 eventos correspondientes a 19 deportes, se dieron cita en la justa.
Como una manera de celebrar este evento, se tuvo la idea de crear la llamada Ruta de la Amistad. Esto, como parte del programa cultural que siempre acompaña a los Juegos. Así, a lo largo de 17 kilómetros, en el camino que lleva a la Villa Olímpica en el sur de la Ciudad de México, se colocaron 19 esculturas monumentales creadas por artistas de: Australia, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, España, Estados Unidos, Francia, Hungría, Israel, Italia, Japón, Marruecos, México, los Países Bajos, Polonia, Suiza y Uruguay.
Muchos países más mandaron sus propuestas a escala y dos jurados (uno nacional y otro internacional) compuestos por representantes del Comité Organizador, arquitectos y críticos especializados, seleccionaron la lista definitiva. Para erigirlas los artistas trabajaron con ingenieros, albañiles y muchas personas más conectadas con los mundos del arte y el deporte que se unieron con motivo de este proyecto.
El intercambio de ideas permitió hacer de estas esculturas un símbolo de la armonía entre quienes las crearon y las naciones que representaban. Localizada a lo largo de un tramo del Periférico Sur de la Ciudad de México, la Ruta de la Amistad sufrió con el crecimiento de la ciudad y debido a las obras de ampliación vial fue restaurada y reubicadas buena parte de las escultura, con lo que el Patronato Ruta de la Amistad A.C. logró crear una nueva Ruta de la Amistad desde el año 2012, es importante decir que ofrece un panorama único contra el fondo urbano del Trébol de Insurgentes y Periférico Sur.
Su monumento culminante, elaborado por un invitado de honor, es la obra Sol Rojo, del importante artista estadounidense Alexander Calder, instalada en la gran explanada del Estadio Azteca y que aún continúa ahí.
jcrh