CIUDAD DE MÉXICO,- Los embarazos en adolescentes son una expresión de violencia social, pues los jóvenes están encontrando muchas dificultades para identificar futuros posibles, en el contexto que estamos viviendo en el país, pobreza, inseguridad, falta de empleos y lugares en las instituciones de educación media-superior y superior.
La maestra Martha Gómez Pananá, profesora-investigadora de la Licenciatura en Promoción de la Salud de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACDMX), dijo que no es únicamente resultado de la conducta del chavo, o de un comportamiento impulsivo, irresponsable, que es como se suele mirar.
“Las oportunidades son cada vez menos, las posibilidades de integrarse a la educación superior cada vez más lejanas, la competencia para acceder a la educación comienza en la primaria y se vuelve cada vez más cruda y más intensa”, advirtió.
Por ello –entre distintas causas– las expectativas de los jóvenes, acompañadas de las expectativas de sus padres acerca de su futuro, difícilmente los pone frente a escenarios esperanzadores. “Esa es una violencia social, de la que todos participamos y en la que gobiernos y ciudadanos tenemos que hacernos cargo de nuestra responsabilidad”.
Al abundar acerca de esa violencia social, señaló que, además de la carencia de espacios educativos o de trabajo para la juventud, los adolescentes tampoco cuentan con espacios para hablar de sí mismos: “para reflexionar sobre lo que quieren, para cuestionar si lo que tienen y lo que viven es oportuno, necesario o útil; esa sensación de que ‘así está, así me quedo y no hay nada qué hacer’ es la maldición de las generaciones actuales”.
Añadió que lo que les ofrecen las instituciones educativas tampoco parece atractivo, relacionado con sus necesidades y las oportunidades para que se desarrollen en otros ámbitos, por ejemplo el deportivo, “son mínimas”.
“Estamos además en un contexto que impide a los padres pasar tiempo con los hijos, con jornadas de trabajo cada vez más prolongadas y lejos del hogar”.
Gómez Pananá aseveró que la sociedad también ejerce violencia al juzgar a las y los jóvenes por cualquier conducta, “porque se informan sobre sexualidad o porque no se informan, por usar anticonceptivos o por no hacerlo. Están en una posición de mucha desventaja, de muy poco poder, esto es aún más agudo en el caso de las adolescentes, de las jóvenes”.
“En contraste, el embarazo, en especial para las mujeres, aporta un lugar social, un lugar de respeto en sus familias y en el entorno.
Lo que resulta paradójico es que tampoco se reconoce a la maternidad como una posibilidad entre las distintas rutas de vida. Es decir, el embarazo en adolescentes conlleva muchas consecuencias y riesgos, tanto para las madres como para los bebés, pero no tendría que ser así necesariamente”.
El riesgo está asociado con diferentes aspectos de la situación de las jóvenes, como su edad, pero también se relaciona con la fragilidad del grupo de población: mujeres, jóvenes, generalmente pobres.
“No se valida como una opción que muchas mujeres jóvenes buscan para ganar poder en situaciones en que no lo tienen, y como una manera para vincularse afectivamente de manera profunda, tanto con la pareja con quien tienen el hijo como con el bebé.
Están buscando una relación permanente, profunda y eso no se toma en cuenta ni se le da valor”.
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