IRAK,- «Se llevaron a ocho de mis vecinos y comenzaron a matar a todos los niños». Así comienza Asema, una joven de 21 años, el relato de la «limpieza étnica» llevada a cabo por Estado Islámico.
Asema se ha convertido en una de las más recientes incorporaciones a una sección femenina que combate junto a las fuerzas kurdas de los Peshmerga para expulsar a Estado Islámico del norte de Irak.
El 3 de agosto de 2014, Estado Islámico lanzó una campaña de limpieza étnica en las montañas de Sinyar, en el noroeste de Irak, para exterminar a la minoritaria comunidad yazidí. Los hombres y los niños fueron simplemente capturados y ejecutados, pero a más de 300 mujeres se les reservó otro destino: el matrimonio forzado, la violación y la esclavitud sexual, con el objetivo final de disolver su línea genética para siempre.
Un año después, 30 mujeres yazidíes se levantaron en armas contra los islamistas y con la misión de vengar a las mujeres aniquiladas por Estado Islámico. El ataque sobre Sinyar puso de manifiesto el aspecto genocida de la campaña de Estado Islámico en Irak, dirigida contra una población ya de por sí bastante debilitada por la marginación de las autoridades kurdas e iraquíes.
Antes de que llegaran los islamistas, los yazidíes se temían que el Gobierno central iraquí estaba intentando diluir las diferencias con los árabes y los creyentes en la fe del Islam.
«Los kurdos y los yazidíes son, originalmente, arios», explica al ‘Daily Mail’ el presidente del Centro Cultural Kurdo en Londres, Adnan Kochar, que recuerda que profesan una religión preislámica y monoteísta, cercana a la antigua Persia. «Sin embargo, como los yazidíes conforman una comunidad tan cerrada, su piel es más clara, su pelo es más rubio y sus ojos, más azules», indica.
El secuestro de las 300 mujeres en Sinyar fue el principio de una campaña de exterminio. «Lo que quieren hacer», explica Kochar, «es preñarlas con un niño musulmán. Si no pueden matar a todos los yazidíes, aniquilarán todo su linaje».
La joven explica a Reuters que se encuentra en una «misión de venganza», como todas sus camaradas, tras ser testigo hace dos años de la extrema brutalidad ejercida por los milicianos, muchos de los cuales eran vecinos de la zona que se unieron en un instante a las Òlas de Estado Islámico.
La integración de las mujeres en la fuerza de combate ha sucedido sin mayor trascendencia, amparada en la revolucionaria legislación kurda por la que se concede a la mujer unas competencias de amplitud nunca vista en la región.
Los kurdos han ilegalizado la poligamia, los matrimonios forzados y los llamados «crímenes de honor». «El movimiento para la liberación de la mujer», apunta el primer punto del decreto para la igualdad aprobado por el Partido Democrático Kurdo, «es una necesidad invencible en la lucha contra todas las formas de opresión, violencia y homicidio».
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