
MÉXICO.- Una de las tradiciones mexicanas más arraigadas que tienen lugar durante el Sábado de Gloria, tiene que ver con la quema de «Judas». Sobre su origen, existen varias hipótesis, todas ellas surgidas a partir de costumbres españolas que, fueron traídas a nuestro país como parte del proceso de conquista y evangelización.
La primera nos cuenta que en España se tenía gran estima a la pirotecnia, la cual había sido un aporte cultural que los árabes llevaron a la Península a raíz de su conquista. Este hecho originó que los españoles le tomaran gusto a los fuegos artificiales y a la pólvora en forma de cohetes detonadores que incorporaron a algunas de sus fiestas. Tal fue el caso del gremio de los carpinteros, el cual acostumbraba elaborar muñecos de madera que quemaban con pólvora. La fiesta poco a poco se volvió una tradición que aún se practica hoy en día en las llamadas Fallas de Valencia.
Otra versión del nacimiento de los judas nos remite a la España medieval, donde existía un personaje conocido con múltiples nombres, quien luchaba encarnecidamente contra la Cuaresma y siempre moría. Entre los nombres que se le designaba, tenemos: San Tragantón, Carnistoltes, Pelele, Pedro Pérez, Perepalo, Perote, Meco, San Entoido, San Antruejo, Santo Burlesco y Don Carnal.
Este personaje era un muñeco hecho de paja o de trapo a quien solía paseársele por las calles al son de la música, para luego ser enjuiciado y sentenciado a morir quemado. La ceremonia se efectuaba el martes de Carnaval, aunque en algunos sitios se realizaba hasta el Miércoles de Ceniza.
La quema de Judas se instituyó en México con elemento esencialmente colonizador, entre ellos la materia prima: cartón y cohetes, así como el pasaje bíblico por el cual recibe su nombre.
El empleo de la pirotecnia en México data del siglo XVII. Marco Buenrostro, estudioso de la cultura popular, destaca que la técnica de la cartonería tiene una doble vertiente, en que “la amaxayácatl —máscara de papel de origen náhuatl— y el carrizo, planta nativa de México, se fusionan con la tradición europea de la cartonería”, para dar lugar a estas figuras que se convirtieron en elemento indispensable de los festejos del Sábado de Gloria.
Los evangelizadores difundieron la tradición cristiana que acusa a Judas Iscariote de haber vendido a Jesús a las autoridades judías a cambio de 30 monedas. Debemos recordar que, el nombre de Judas es sinónimo de traición y maldad, aspectos que se busca destruir con la quema de esta figura.
Al desembarcar en México, Judas se enriqueció con aportaciones indígenas: los brillantes coloridos que siempre predominaron en sus pinturas; las personificaciones de la muerte que ya adornaba, antes de la colonización, en imágenes múltiples los Teocallis —pirámides coronadas con un templo—; y la apariencia rígida que, de acuerdo con el especialista en arte mexicano, Juan Coronel Rivera, “recuerda a los monolitos prehispánicos”.
Durante el Virreinato la quema de Judas se llevaba a cabo en la Plaza del Empedradillo, junto a la Catedral y a la desaparecida capilla de Talabarteros, donde actualmente se encuentra el monumento al cosmógrafo alemán Heinrich Martin (constructor del primer desagüe de la ciudad de México), en el zócalo de la Ciudad de México.
La cita era a las diez de la mañana, cuando las campanas del templo anunciaban que la gloria se había abierto. Al terminar el repique comenzaba el estruendo de los cohetes que destruían los peleles y brindaban sus presentes a los espectadores. Los judas también sirven a los niños de juguete de Semana Santa.
Cimientos
Tres actividades sirvieron de cimientos para levantar la milenaria costumbre de incinerar peleles:
1. La evangelización.
2. Los trabajos del Santo Oficio.
3. La adopción del carnaval europeo.
jcrh