VIENA, Austria.- Al morir, el deseo de muchos es ser enterrados para que los deudos tengan un lugar en dónde puedan llorarnos. Pero de acuerdo con un grupo de científicos, no nos basta con el daño que causamos al medio ambiente en vida, sino ahora hasta muertos también lo hacemos.
Nuestros cadáveres, ya sea enterrados o incinerados, filtran hierro, cinc, azufre, calcio y fósforo al suelo, nutrientes esenciales, pero las prácticas funerarias humanas implican que estos elementos se concentren en cementerios, en vez de repartirse en la naturaleza de manera uniforme, según un nuevo estudio.
Esto significa que, en algunos lugares, puede haber demasiados nutrientes para las plantas y los animales, mientras que en otros no hay suficientes.
Los cuerpos humanos contienen, además, elementos negativos como el mercurio, presente en los implantes dentales.
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Los efectos se notarán cada vez más a medida que se entierren más cadáveres. Lo que hacemos hoy con nuestros fallecidos afectará al medioambiente durante mucho, mucho tiempo. Quizá no sea un problema desde nuestra perspectiva actual, pero con la creciente población mundial podría convertirse en un problema apremiante en el futuro.
Y es que de acuerdo con los científicos, concentrarlos en determinados lugares «es algo que puede considerarse como antinatural. Es un impacto humano, estamos cambiando los niveles naturales», aseguró.
Ahora la pregunta es: ¿Podemos encontrar una mejor idea para repartir esos elementos necesarios en espacios más amplios?.
El grupo científico reconoció, no obstante, que el tema es «tabú» para muchos, ya que las prácticas funerarias están profundamente arraigadas en la cultura y la religión.
Con información de AFP.