- El presidente electo Iván Duque podrá gobernar a una Colombia amenazada por el narcotráfico, en tensión con Venezuela y fracturada por un histórico pacto de paz
- Más de diez millones de electores apoyaron el regreso de la derecha conservadora al poder en la figura de este abogado
A partir del 7 de agosto, cuando asumirá el cargo, Duque y su bancada mayoritaria se enfrentarán a varios desafíos tras ocho años de férrea oposición al impopular Nobel de paz Juan Manuel Santos.
Luego de vencer en el balotaje al exguerrillero Gustavo Petro con el 53,98% de los votos, Duque apuntaló la oferta de corregir, sin hacer «trizas», el acuerdo que enterró medio siglo de conflicto con la ya disuelta guerrilla FARC.
Suscrito en 2016, este pacto permitió el desarme de 7.000 combatientes y ha evitado 3.000 muertes al año, a cambio de que los rebeldes puedan hacer política.
Sin embargo, recibió el rechazo de la mitad de los colombianos en un plebiscito que terminó siendo la semilla del amplio triunfo de la derecha.
Apenas elegido, Duque prometió que hará «correcciones» a lo pactado sin dar más pistas, aunque en campaña aseguró que buscaría que los jefes rebeldes acusados de delitos atroces paguen un mínimo de cárcel y queden inhabilitados para ejercer como congresistas.
Duque, que además propone endurecer las condiciones para el diálogo en curso con los rebeldes del ELN, dijo que respetará lo acordado para que los excombatientes se reincorporen socialmente.
Las preguntas son recurrentes: ¿Duque será un «títere» de Uribe, como acusa la oposición; será independiente pero fiel a los postulados uribistas o, como Santos, «traicionará» a su mentor?
Opositor del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, Duque pretende liderar la presión internacional contra lo que considera una «dictadura» presidida por un «genocida».
El presidente electo amenaza con denunciar a Maduro ante la Corte Penal Internacional (CPI) junto a otros gobiernos y devolver la democracia al país petrolero con ayuda de la OEA.
Con una frontera común de 2.200 kilómetros, Colombia enfrenta un inédito flujo migratorio de venezolanos que huyen de la crisis económica.
«Hasta que no termine esa dictadura el flujo migratorio no parará. Así cerremos la frontera, estas son porosas y continuará la migración», ha dicho.
Autoridades en Venezuela, uno de los países garantes del acuerdo con las FARC, son señaladas por Duque de complicidad con el narcotráfico.
El mayor productor mundial de cocaína enfrenta una disparada de los narcocultivos que le valió un severo llamado de atención de Estados Unidos, su tradicional aliado y principal mercado de la droga colombiana.
Duque, que quiere una buena relación con el imprevisible Donald Trump, ofreció reactivar las fumigaciones antidrogas con un herbicida diferente del glifosato -prohibido por ley-, lo que seguramente le abrirá un frente de tensión con los campesinos cocaleros.
El mandatario electo, que promete penalizar de nuevo la dosis mínima, admitió que el crecimiento de las siembras de coca «amenazan la seguridad nacional».
Y sin anticipar una estrategia en concreto, esbozó una política de seguridad para «campos» y «ciudades» que involucra la lucha frontal contra el narco en momentos en que las mafias mexicanas están financiando a los disidentes de las FARC que copan espacios dejados por la exguerrilla en las fronteras con Ecuador y Venezuela.
INFORMACIÓN: AFP IMAGEN: AFP
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