Si rastreamos los datos que nos dicen quién fue el inventor del eBook que conocemos en la actualidad, encontraremos a un hombre llamado Michael Hart y una fecha, 1971. Efectivamente, el que fuera el creador del Proyecto Gutemberg para facilitar el acceso a los libros digitalizados, se acepta como el inventor del eBook. Pero unos veinte años antes, en un pueblo recóndito de una España autárquica y sumida en una larga postguerra, una mujer con inquietud y pasión por el conocimiento, patentó un artilugio que pretendía ser una suerte de libro mecánico que redujera el espacio ocupado por la gran cantidad de libros que podía ocupar una disciplina de estudio y que permitiera adaptarse a las necesidades de cada lector. Como si de un Julio Verne en femenino se tratara, aquella maestra gallega llamada Ángela Ruiz Robles, soñó con un invento que nadie entonces quiso comercializar pero que décadas más tarde, se ha convertido en un objeto prácticamente indispensable para lectores y estudiantes.
Ángela Ruiz Robles nació el 28 de marzo de 1895 en la localidad leonesa de Villamanín en el seno de una familia acomodada. Su padre, Feliciano Ruiz, era farmacéutico, y su madre, Elena Robles, ama de casa. Ángela inició sus estudios superiores en la Escuela de Magisterio de León. Fue en esta misma institución donde impartiría años después clases de taquigrafía, mecanografía y contabilidad mercantil.
Ángela se convirtió en una maestra de gran valía que impartió clases en distintas escuelas e incluso en algunas de ellas llegó a ser su directora. También crearía su propia academia para adultos en la que impartiría ella misma clases para opositores.
Además de su faceta como docente, Ángela, un espíritu incansable, llegó a escribir dieciséis libros versados en gramática, ortografía y taquigrafía y dio conferencias sobre dichos temas.
Mientras Ángela dedicaba su vida a la enseñanza, su mente fue gestando una idea genial. Observando a sus alumnos, cargados siempre de libros, y viendo la necesidad de impartir una educación que tendiera a adaptarse a los estudiantes, imaginó un artilugio que facilitara la lectura de libros.
Su primer invento fue patentado con el número 190698 el 7 de diciembre de 1949 sin que recibiera el interés ni de la comunidad científica ni de ninguna empresa susceptible de comercializarla. Sin detenerse en su ímpetu creativo, Ángela patentaba el 10 de abril de 1962 con el número de patente 276346 lo que se conocería como su «enciclopedia mecánica».
Esta enciclopedia, de la que llegó a realizar un prototipo real en el parque de artillería del Ferrol, era un libro «ideovisual» interactivo, con luces, botones para escoger distintas opciones, sonido y múltiples contenidos opciones. Un artilugio que, salvando mucho las distancias, incorporaba las prestaciones que hoy día pueden tener los ebooks o las tabletas electrónicas.
A pesar de que Ángela Ruiz recibió muchos reconocimientos en España y otros países como Francia o Bélgica, no hubo ninguna empresa que quisiera comercializar su enciclopedia mecánica. Solamente una propuesta le llegó desde Washington en 1970 pero la rechazó con la esperanza de que alguna institución de su propio país hiciera realidad su sueño. Nadie en España financió su proyecto.
Ángela Ruiz Robles fallecía el 27 de octubre de 1975. Pocas décadas después, el mundo no se sorprende al ver un dispositivo electrónico de pequeñas dimensiones y altas capacidades. Ella, una mujer en la España franquista, donde sólo podía aspirar a ser ama de casa o, a lo sumo, maestra de escuelas femeninas, imaginó un libro que bien podría haber sido el abuelo o tatarabuelo de los sofisticados libros electrónicos actuales.
con información de agencias
jcrh