MADRID, España.- La Edad Media fue una de las etapas de la historia menos prolífica en lo que a ciencia se refiere. Aunque tuvieron algunos descubrimientos importantes en áreas como matemáticas o la astronomía, otras como la medicina vivían una época de deterioro.
Influyó la superstición y el uso de técnicas como las sangrías o las oraciones religiosas para sanar todo tipo de enfermedades. Por ello se le conoce como la Edad Oscura debido a que, según la creencia general, no fue una etapa iluminada por la ciencia.
Sin embargo, a pesar de ser una creencia muy difundida no es del todo correcta, pues del mismo modo que abundaban los curanderos sin criterio, también existieron grandes médicos dotados de una sabiduría que podría ser la solución a las resistencias a antibióticos que están azotando a la ciencia moderna tanto tiempo después.
Resucitando los antibióticos del pasado
Hoy en día, el uso inadecuado de los antibióticos está llevando a que cada vez sean más frecuentes las bacterias resistentes, cuyas infecciones, que podrían haber sido fácilmente curadas en el pasado, pueden terminar acabando con la vida de los pacientes afectados.
Por ese motivo, la ciencia se encuentra inmersa en una carrera a contrarreloj, cuya meta es la búsqueda de un nuevo antibiótico capaz de vencer a estas súperbacterias tan peligrosas.
Desde sangre o leche de animales exóticos hasta hongos, son muchos los candidatos que se estudian para la obtención de este fármaco milagroso; pero, mientras que la mayoría de investigadores se centran en el presente, otros prefieren buscar la solución en el pasado.
Éste es el caso de Erin Connely, una investigadora de la Universidad de Pensylvania que ha contado recientemente en The Conversation los pasos que, junto a su equipo, están llevando a cabo para analizar documentos médicos medievales en busca de nuevos agentes anti microbianos.
Todo empezó en 2015, con un estudio piloto en el que se probaba en ratones una receta de más de 1.000 años de antigüedad, llamada Bald’s eyesalve, en la que se indicaban los ingredientes necesarios para fabricar un remedio eficaz frente a lo que hoy en día se conoce como un orzuelo. La fórmula formaba parte de un tratado de medicina de la época, Bald’s Leechbook.
El orzuelo se debe a una infección en los folículos de las pestañas causada frecuentemente por Staphilococcus aureus, una bacteria que frecuentemente presenta resistencia al antibiótico meticilina, por lo que sería conveniente encontrar una nueva alternativa capaz de terminar con ella pero, ¿podría ser esta longeva receta la solución?
Con el fin de comprobarlo, estos investigadores reprodujeron los pasos indicados, consistentes en mezclar vino, ajo, un puerro o una cebolla y bilis de buey y después dejar el resultado macerar en un recipiente de latón durante nueve noches.
Todo parece sacado de una pócima de aquelarre, pero realmente cuando estos científicos lo llevaron a cabo comprobaron sorprendidos que mataban a las bacterias, tanto en heridas infectadas de ratón como en biofilms, compuestos por una matriz pegajosa microbiana adherida a una superficie.
Una base de datos medieval
Lógicamente, las bacterias actuales no pueden presentar resistencia a un medicamento usado hace más de mil años, por lo que su reproducción podría suponer un arma infalible en la lucha contra las súper bacterias.
Por eso, estos científicos han dado un paso más con la creación de una base de datos en la que se han introducido todas las recetas contenidas en Lylye of Medicynes, un texto médico de 1305 que fue usado por facultativos durante los tres siglos posteriores.
En él se encuentran un total de 360 recetas y más de 1.000 nombres de ingredientes, por lo que supone una ardua tarea analizarlo todo en busca de remedios realmente útiles y aplicables en la actualidad.
En primer lugar es necesario traducir del inglés antiguo al actual y, después, transformar los conceptos antiguos en otros más modernos, ya que muchos tecnicismos han cambiado con el paso del tiempo, especialmente los nombres científicos de algunas plantas.
Por ese motivo, han tenido que utilizar muchas fuentes para verificar que realmente sabían a qué hacía referencia cada ingrediente, cada material y cada técnica referida, con el fin de evitar confusiones que podrían falsear los resultados posteriores.
Finalmente, un modelo matemático analizará la relación entre todos estos datos, en busca de posibles recetas de antibióticos, con el fin de luego probar sus resultados en el laboratorio.
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