Pocas son las personas que pueden resistirse a probar el chocolate, la ciencia establece que la producción de esta deliciosa golosina obedece al cacao y que se consume en el continente desde hace miles de años. El chocolate posee varias sustancias psicoativas como la anandamida, que estimulan al cerebro en la misma forma que la cannabis.
Sin embargo, esta sustancia -al igual que la teobromina y la cafeína, dos conocidos estimulantes- están presentes en cantidades tan nimias que no alcanzan para explicar por qué nos parece irresistible.
Otro factor que expertos en la ciencia de la alimentación han destacado es su cremosidad , que hace que al derretirse en nuestra a boca se activen receptores en la lengua que detectan el cambio de textura y estimulen el sentimiento de placer. Pero, nuevamente, esto nos ayuda a entender por qué nos gusta, pero no por qué nos atrae al punto de considerarlo adictivo.
Lo que realmente transformó al cacao -que los mayas y aztecas consumían mezclado con agua como una bebida amarga- fue la incorporación de grasa y azúcar.
Añadir la cantidad justa de cada uno de estos dos ingredientes es crucial para obtener el chocolate que disfrutamos en la actualidad, dice Michael Mosley, médico y periodista de la BBC, quien investigó los efectos del chocolate como parte de una nueva serie sobe la ciencia de los alimentos.
Si miras la información provista en los paquetes de chocolate, verás que normalmente contienen cerca de un 11% de grasa y un 22% de azúcar. Puedes encontrar azúcares naturales en frutas y tubérculos, y las grasas abundan en los frutos secos o en pescados como el salmón.
La leche materna es particularmente rica en azúcares naturales, principalmente lactosa. La leche de fórmula que se le da a los bebés contiene una proporción similar de grasas y azúcares. Esta proporción, 1 gramo de grasa por cada 2 de azúcar, es la misma que encuentras en el chocolate con leche.
De hecho esta proporción en particular está presente en muchas de las comidas que encontramos difícil de resistir. Los productores de alimentos lo saben y explotan esta fórmula para engancharnos con sus productos. En otras palabras, dice Mosley, estamos preparados para que nos gusten estos alimentos porque son similares a nuestra primera comida y, con el paso del tiempo, nuestra predilección por esta mezcla de carbohidratos y grasas no cambia.
La influencia de nuestra primera comida sienta un patrón para el tipo de alimentos que nos gustarán en el futuro, aunque no sean tan saludables como la leche materna. Por otra parte, añade Mosley, esta combinación activa un área del cerebro llamada amígdala, fundamental en la nuestra respuesta emocional a la comida.
También afecta otra región del cerebro, el núcleo accumbens, encargado del deseo. Por último, dice el experto, la fórmula también activa la región del cerebro vinculada a la memoria -el hipocampo- que te hace recordar todo sobre la experiencia y los lóbulos frontales que controlan el comportamiento y la planificación, de modo que puedas hacer lo necesario para revivir la experiencia.
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