Por norma, tomar una cápsula de ibuprofeno u otros antiinflamatorios no esteroideos suelen reducir el dolor, no sólo el momentáneo de cabeza o muscular, sino el que provocan condiciones como la artritis reumatoide o alteraciones musculoesqueléticas a largo plazo; pero conforme se hace imprescindible en los botiquines aumenta la información sobre sus efectos secundarios y la necesidad de encontrar sustitutos.
Entre ellos están los pacientes que han sufrido ataques al corazón o que se encuentran en grupos de especial riesgo de padecerlos. Para ellos, usar ibuprofeno en cantidades elevadas puede acelerar el ataque o hacer que, si se produce, sea más peligroso. Plantas como la efedra, el hipérico, el ginseng, el espino blanco o el té verde pueden interferir con medicamentos para problemas cardíacos
No se trata de vetarlo, entre otras cosas porque todo medicamento tiene efectos secundarios, sino de tener en cuenta las posibles consecuencias, en palabras de Alessio Fasano —del Centro de Investigación Celíaca del Hospital General de Massachusetts— de un consumo “prolongado y con dosis excesivas”. Según un estudio publicado en 2014, un uso desmesurado (dosis superiores a los 2400 miligramos diarios) duplica los riesgos de sufrir un ataque al corazón.
Esto, que ya se conocía en términos generales, lo ha declarado ahora de forma muy directa la American Heart Association. El peligro viene por dos vías distintas: por un lado, estos analgésicos antiinflamatorios hacen que retengamos sodio y fluidos; por otro, bajan la efectividad de los diuréticos que se usan para reducir la hipertensión arterial y tratar los ataques cerebrovasculares.
Otra recomendación de la American Medical Association incluye en los fármacos potencialmente peligrosos para el corazón dos grupos de productos que no suelen alarmarnos: los medicamentos sin receta para la acidez y el ardor de estómago (que a veces tienen mucho sodio) y ciertos suplementos nutricionales que se usan en ciertas medicinas “alternativas”, que pueden ser tóxicos para las células del músculo cardíaco y afectar a las contracciones del corazón.
Uno de los principales valores comerciales de la parafarmacia es que, supuestamente, en el peor de los casos, es inocua, pero sustancias como la efebra, el hipérico (o hierba de San Juan), el ginseng, el espino blanco, el Dan Shen o el té verde pueden interferir con medicamentos que se recetan para problemas cardíacos, así que el médico debe saber si las tomamos y aconsejarnos en consecuencia.
Con estos suplementos a menudo ocurre lo que decíamos para los antiácidos, que contienen sodio en proporciones poco seguras. Esto es especialmente preocupante en Estados Unidos, donde se recetan muchos medicamentos por paciente y es frecuente tener varios médicos, cada uno prescribiendo un tratamiento distinto, lo que puede sumar más sodio del aconsejable. Pero también es un dato a tener en cuenta en nuestro país, donde muchas personas toman estos añadidos sin consultar con los médicos, dando por hecho que las plantas que se obtienen sin receta no pueden hacer daño.
Robert Page, de la Universidad de Colorado, nos dice: “Se explica a los pacientes que deben leer las etiquetas de la comida para ver el contenido en sodio, pero también tendrían que leer la composición de los fármacos de venta libre y los suplementos naturales”.
Para asegurarnos de que no estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, Page recomienda hacer una lista de todo lo que tomamos y en qué dosis y llevarla cuando vayamos a consulta. Si tenemos algún problema de corazón, o más riesgo de sufrirlo, el facultativo podrá valorar todos los factores antes de decidir si comenzar o finalizar cada tratamiento.
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