AUSTRALIA,- Un equipo internacional de investigadores ha confirmado un perjudicial legado que la obesidad de los padres puede reflejarse en las generaciones futuras. El trabajo es del Instituto Victor Chang de Sidney y el Garvan Institute of Medical Research. En el siglo XXI más de la mitad de la población mundial apela a un abanico de hábitos letales para la vida sana: rutinas sedentarias e ingestas calóricas desmedidas.
El estudio refleja que el 58% de las personas padecen sobrepeso u obesidad, en el caso de los niños, las cifras también crecieron y son alarmantes, los últimos registros afirman que aumentaron de 31 millones a 41 millones entre 1990 y 2014 aquellos que padecen estos problemas.
Incluso, los resultados, publicados en la revista Molecular Metabolism, fueron más allá: demostraron que la salud metabólica de un padre puede ser transmitida de generación en generación y afectar no solo a sus hijos sino también a sus nietos. El estudio fue llevado a cabo con ratones de laboratorio. Aquellos ejemplares con exceso de peso concebían a crías con la misma apariencia.
En relación a los seres humanos, los médicos sostuvieron que «se está poniendo en riesgo a los hijos y nietos, bajo la posibilidad de desarrollar una enfermedad metabólica mucho antes de que hayan nacido».
Catherine Suter -autora principal del estudio y directora del Instituto Victor Chang- explicó que «el descubrimiento podría tener aplicaciones inmediatas en salud pública. La salud de un bebé ha sido considerada responsabilidad de la madre desde el embarazo. Se ha prestado poca atención en cómo diversas cuestiones relacionadas al padre podrían afectar a un niño por nacer».
Los especialistas estudiaron el efecto que produce la obesidad a través de tres generaciones. Aquellos adultos que consumieron una dieta a base de «comida chatarra», alta en contenido de grasas y azúcar, todos sus hijos desarrollaron luego enfermedad de hígado graso y síntomas prediabéticos, como aumento de la glucosa e insulina en el torrente sanguíneo.
Los investigadores se sorprendieron al encontrar que los ‘nietos’ de los ratones obesos también estaban predispuestos a trastornos metabólicos, al igual que lo estuvieron sus ‘padres’. «Esta predisposición se transmitió a los ‘nietos’, aún cuando los ratones mayores comían bien y se encontraban metabólicamente saludables en el momento de la concepción», indicó Suter.
En los ‘bisnietos’, la salud metabólica mejoraba significativamente. «En la tercera generación, la respuesta negativa exagerada a una dieta con alimentos poco saludables era casi ausente. Esta predisposición no es genética, sino que se adquirió. Eso significa que el daño se puede deshacer y -en última instancia- es reversible», argumentó Suter.
Los científicos todavía no tienen claro cómo sucede esta programación multigeneracional, pero parece ser clave el esperma de los ratones. «Estamos trabajando para entender cómo los cambios en las moléculas del esperma podrían transmitir los efectos metabólicos de generación en generación», concluyó Mark Febbraio, director del Instituto Garvan.
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