El creador de Facebook, Mark Zuckerberg, prevé instalar un sistema de inteligencia artificial para controlar su casa al estilo del Jarvis de Iron Man, pero incluso para la gente común y corriente esto está dejando de ser un asunto de ciencia ficción.
«2016 fue el año en que tomamos conciencia, y se mostró a los consumidores la idea de la inteligencia artificial más orientada hacia el mercado de masas», resumió Carolina Milanesi, analista de la firma Creative Strategies.
La empresa especializada Consumer Intelligence Research Partners (CIRP) estima que se ha producido un aumento «espectacular» este año en el interés de los consumidores hacia esos aparatos, de los que se han vendido más de cinco millones de unidades en Estados Unidos desde finales de 2014, en un mercado al que su rival GoogleHome se sumó en el otoño boreal.
La inteligencia artificial comenzó a enriquecer paralelamente productos que usa un público no tan restringido, como por ejemplo la nueva mensajería instantánea de Google conocida como Allo, que sugiere respuestas, o la propuesta del mejor punto de encuentro entre un chófer y su pasajero en la aplicación móvil de Uber.
MÁQUINAS OMNIPRESENTES
Las automotrices han acelerado el paso para ofrecer a la venta automóviles autónomos, «sin chófer», cuya conducción también se hará con inteligencia artificial.
Esta tecnología también se aplicará en los supermercados para identificar automáticamente el contenido de los carritos sin necesidad de cajeros, una novedad presentada recientemente por Amazon.
Alexandre Alahi, investigador en los laboratorios de inteligencia artificial de la Universidad de Stanford, anticipa «un futuro en el que las máquinas inteligentes estarán omnipresentes en nuestra vida cotidiana».
«Tendremos robots en las casas, en las calles con los coches autónomos, pero también en las estaciones, los hospitales y la ciudad en general», para ayudar a las personas ciegas que se desplazan, detalló.
«Nuestras casas, los espacios públicos se volverán inteligentes para aumentar nuestra seguridad, nuestra salud, nuestra productividad».
Los sistemas de sensores, capaces de ver y de aprender como los humanos gracias a los algoritmos y a una capacidad de cálculo informática que analiza muy rápido cantidades enormes de datos, podrían, por ejemplo, reemplazar la supervisión de un doctor las 24 horas en las habitaciones de los hospitales y permitir mantener en sus domicilios a personas mayores, o reducir el congestionamiento en las estaciones de servicio en las horas pico.
El sistema informático Watson de IBM ayuda actualmente a los especialistas de medicina genómica a acelerar el análisis de ADN y determinar los tratamientos personalizados para los enfermos de cáncer.
Google presentó a finales de noviembre un algoritmo que detecta signos de retinopatía diabética en los ojos. Tanto Facebook como Microsoft presentaron este año sistemas capaces de «mirar» las imágenes y describir el contenido para los ciegos.
Las máquinas conquistaron en marzo el complejo juego de origen oriental go, en el que cualidades normalmente restringidas a los humanos, como la intuición y la creatividad, son consideradas esenciales. Los algoritmos de AlphaGo, creados por una filial deGoogle, ganaron 4-1 al campeón del mundo surcoreano.
FALTA LA INTELIGENCIA’ SOCIAL’
Se han hecho enormes progresos con «resultados próximos al desempeño humano» con el reconocimiento de contenido de las imágenes, pero falta mucho trabajo para desarrollar paralelamente «una inteligencia social», matiza Alexandre Alahi, que trabaja sobre este tema en el terreno de los sistemas de transporte.
Así, un automóvil autónomo circula sin problema en una ciudad muy estructurada como Mountain View, en Santa Clara, California, donde Google tiene su sede, pero «no puede hacer el tour del Arco del Triunfo» en París, donde el clima es menos controlado y los desplazamientos de otros vehículos, menos previsibles.
«Existen situaciones donde la tecnología no logra leer de manera eficaz los comportamientos de la gente», explicó el investigador, entonces hay que encontrar medios para comprender y responder a las conversaciones sociales para «coexistir con los humanos dentro de los mismos espacios».
La inteligencia artificial es fuente de inspiración pero también de temor, como queda reflejado en una serie de iniciativas de investigadores y empresas que apuntan a garantizar que el impacto sea positivo para la sociedad y quieren evitar los desvíos hacia los «Terminator».
«Si se piensa en eso ahora, atemoriza, pero aún van a pasar años» para que la tecnología alcance todo su potencial, que se irá incorporando a la vida cotidiana gradualmente, por etapas, relativizó Milanesi.
aegm.