WASHINGTON,- El Gobierno de Estados Unidos autorizó ayer que la compañía privada Moon Express pueda posar un artefacto sobre la superficie de la Luna en el marco del Google Lunar X Prize, una competición que premiará a la primera empresa que sea capaz de posar un vehículo en suelo lunar antes de que finalice el 2017. En el manifiesto de vuelo de Moon Express se espera lograr tal hazaña en los últimos compases del año que viene.
La misión es crucial para que la agencia pruebe algunas técnicas necesarias para viajar al planeta rojo y que, de otra manera, tardaría diez años en comprobar. La noticia supone que, por primera vez, una compañía privada viajará hasta la Luna lo que ha reabierto, una vez más, el debate sobre quién poseé derechos sobre el satélite y su explotación.
El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, firmado en 1967, establecía que ningún país podía apropiarse de la Luna ni de ningún cuerpo celeste y prohibía la instalación de cualquier tipo de armamento en su superficie. Pero el tratado, firmado cuando salir al espacio era una hazaña sólo al alcance de las grandes potencias, no habla de empresas privadas o de personas.
Que Moon Express haya pedido permiso para enviar una pequeña sonda hasta el satélite ha provocado una situación inaudita en Estados Unidos hasta la fecha pero que se repetirá en los años venideros (SpaceX quiere enviar una nave a Marte en 2018). El gobierno estadounidense ha dado permiso para las actividades siempre que estas cumplan con el objetivo del tratado de 1967 aunque en el país ya se está hablando de la necesidad de poner en marcha una legislación que refleje la realidad de la industria espacial, con empresas que apuntan a la órbita terrestre (para crear estaciones espaciales), a cometas y asteriodes (para temas de minería) y para viajes a otros satélites y planetas.
George Nield, administrador asociado de transporte comercial espacial de la FAA, la agencia que regula el tráfico aéreo en Estados Unidos, lo dejó claro el pasado mes de junio: «El sistema está roto y estamos poniendo parches para solucionarlo. Pero existe un problema y tenemos que arreglarlo. Mientras no exista una legislación, la FAA seguirá trabajando con la industria espacial privada para dar soporte en misiones no convencionales siempre que la ley lo permita y revisándolas caso a caso».
La propiedad de la Luna ha sido objeto de discusión durante siglos. Federico el Grande, en pleno siglo XVIII y a modo de agradecimiento, le regaló la Luna a Aul Jurgens y a sus descendientes hasta el fin de los tiempos. La broma quedó ahí hasta que un descendiente de Jurgens, Martin, la reclamó a finales del siglo XX y fue un juez el que tuvo que decirle al descendiente con ansias de grandeza que aquella reclamación no tenía ni pies ni cabeza.
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