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Lo bueno y lo malo del paracetamol

Lo bueno y lo malo del paracetamol

Muchos se habla sobre el consumo del paracetamol uno de fármacos con un amplio espectro de uso, la realidad es que la mayoría de la gente desconoce muchas cosas sobre el medicamento.

Se trata de un analgésico con un buen perfil de seguridad, y es de hecho uno de los más seguros en comparación a otros fármacos contra el dolor como los antiinflamatorios (ibuprofeno y similares), opiaceos, corticoides o anestésicos. Sin embargo, esto no implica que no se asocie a efectos secundarios, algunos de los cuales se han descubierto recientemente.

En la Edad Media tan sólo se conocían dos compuestos contra la fiebre: Las salicilinas, derivadas de la corteza del sauce (de donde se deriva la famosa aspirina), y la quinina (una medicación usada contra la malaria).



No fue hasta 1873 cuando Harmon Morse descubrió el paracetamol tras una reacción química anecdótica. Realmente, hasta 1893, el paracetamol no fue aislado como tal en la orina de gente que había tomado fenacetina (otro medicamento usado contra el dolor y la fiebre, descubierto en la década de 1880).

Tras unos cuantos estudios, finalmente en 1955 el paracetamol se puso a la venta en EEUU con el nombre de Tylenol; en 1956, el paracetamol de 500 mg llegó a Reino Unido bajo el nombre de Panadol y hoy en día se puede encontrar prácticamente en todo el mundo fácilmente.

Durante el embarazo, muchos medicamentos quedan prohibidos o semi-prohibidos por el peligro que existe de acabar afectando al feto al pasar la llamada barrera placentaria.

Por ejemplo, los antiinflamatorios como el ibuprofeno no están recomendados durante este periodo, y tan sólo se puede usar paracetamol y en algunos casos, de forma muy limitada, metamizol. Asimismo, si se sufre algún tipo de infección (una amigdalitis por ejemplo), los antibióticos derivados de la penicilina sí son seguros, pero hay otros muchos que están completamente prohibidos por el riesgo de provocar daños en el oído o el riñón del futuro bebé.



Aunque el paracetamol suele ser el primer medicamento que tenemos en mente a la hora de mejorar el malestar frente a enfermedades tan típicas como la gripe o el dolor de espalda, entre otras, los últimos estudios han demostrado que por desgracia es un fármaco inútil.

Un estudio publicado en 2015 en la revista Respirology llegó a la conclusión de que el paracetamol no sólo no aumentaba la excreción del virus de la gripe, sino que tampoco ayudaba ni a mejorar los síntomas ni a bajar la fiebre. Dichos síntomas disminuían simplemente por la evolución natural de la misma enfermedad.

Por otro lado, tanto un estudio publicado en 2015 por The BMJ como otro que salió en noviembre de 2016 en The Lancet daban sendos golpes al paracetamol: su uso para aliviar el dolor de espalda baja o dolor lumbar es totalmente inútil respecto al uso de un placebo.

Según un estudio publicado en 2015 en Psychological Science, el paracetamol no solo sirve para reducir el dolor o la fiebre, sino también para reducir las oscilaciones emocionales. Anteriormente se había observado que tanto el paracetamol como otros analgésicos reducen tanto el dolor físico como el psicológico, pero este nuevo estudio demostró que las emociones positivas y negativas subjetivas sobre una imagen o situación también se ven afectadas, dando lugar a un «embotamiento emocional».

Aunque el paracetamol destaca por ser una de las medicaciones analgésicas más seguras, eso no lo hace inmune a los efectos secundarios: cualquier medicación produce efectos adversos, en mayor o menor medida, y el paracetamol no se salva de ello.

La dosis tóxica de paracetamol, a partir de la cual empiezan a producirse efectos secundarios, es de alrededor de 10 gramos diarios. La dosis estándar recomendada son 3-4 gramos al día. Por encima de esa dosis, la cantidad necesaria para producir la muerte varia según la persona. La edad, el peso, la dieta y un largo etcétera de factores pueden influir.

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