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Desigualdad estructural en la industria que se refleja en la social

Desigualdad estructural en la industria que se refleja en la social

El abordaje de los problemas de desigualdad y pobreza en México tiene siempre un cariz de análisis desde la perspectiva de política social. Pocas veces, en estos temas, se emiten recomendaciones claras y específicas sobre qué y cómo hacerlo, más bien recomendaciones normativas que parecen a buenos deseos complejos de operacionalizar en algún programa de beneficios sociales.

Tras revisar el informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2016) “Productividad y brechas estructurales en México”, vale la pena hacer la reflexión sobre los diagnósticos “de moda” que observan a las personas como individuos que demandan bienes y requieren cubrir necesidades, para reflexionar sobre la otra cara de la moneda.

¿A qué me refiero con ello? En revisar cómo va el crecimiento del país en el largo plazo, cómo tratar de generar propuestas de políticas públicas en armonía con la planeación industrial del país en los diversos sectores, cómo alinear lo anterior con los objetivos macroeconómicos, la reforma laboral, y que a su vez ello repercuta en mejoras sociales dentro de un marco de sustentabilidad.



Para iniciar el abordaje del tema, destaca que en los últimos 25 años la economía mexicana ha observado un crecimiento anual promedio del 2.5%, como causa o quizás como resultado, México presenta un lento y desigual crecimiento de la productividad, los estudiosos de la CEPAL lo asocian esencialmente a seis causas: brechas entre regiones inherentes a su propio nivel de desarrollo; diferencias brutales entre los diversos sectores productivos; a su vez, entre los que están inmersos en el comercio global vs los que se dirigen al mercado interno (contabilizando los sectores que producen bienes no comerciables, es decir, que solo pueden consumirse en la economía en que se producen; no pueden importarse ni exportarse); brechas por el tamaño de las empresas (que van desde grandes a micro; donde la productividad de las empresas grandes manufactureras es 20% superior a la de las microempresas); y finalmente, por nivel de calificación y de especificidad del capital humano y por género

La CEPAL en análisis previos ha dejado en claro que parte del problema de la desigualdad en el crecimiento de productividad está relacionada con la falla y/o debilidad de los eslabonamientos productivos en América Latina, en general. Esto se traduce en que, en algún momento de la cadena productiva, se importan insumos y no se integran a productores regionales esencialmente de sector primario (agropecuario y minerales) a los procesos de producción industrial. Por ello, si se tiene como objetivo reducir las brechas de desigualdad productiva, se requiere un enfoque de cambio estructural con la participación activa del Estado en el diseño de políticas integradoras a mediano y largo plazo, que contemplen todas las esferas de crecimiento industrial sin soslayar los derechos laborales con igualdad de género y el compromiso con la sustentabilidad.

Se requiere dejar atrás los paradigmas de crecimiento de corto plazo en los que no era importante analizar los impactos ambientales o permitir que las mujeres en los sectores industriales sólo accedan a puestos laborales sin seguridad social por tener carácter de eventualidad y siempre con salarios que a igualdad de condiciones que un hombre, son 32% más bajos. Las mujeres como proporción de trabajadores son mayoría, principalmente en servicios, análisis de fuerza laboral indican, que por hora promedio trabajada, el producto marginal de las mujeres es mayor que el de los hombres, como una paradoja a sus condiciones de inserción laboral.

Asimismo, apremia regular las condiciones en los que se otorgan los créditos y asesoría legal a micro y pequeñas empresas que les permita competir si no en igualdad de condiciones que las que poseen grandes capitales, al menos sí con la tecnología y capacitación del personal que los haga más productivos, como ejemplo basta decir que la productividad laboral de las empresas grandes manufactureras es 20% superior a la que presentan las microempresas. Destaca también la urgencia de balancear e incrementar la inversión pública y privada, tal que favorezca el desarrollo productivo de regiones menos beneficiadas con el comercio internacional y que poseen menor desarrollo industrial.



Un foco continuo de alarma en el país sigue siendo la desigualdad en las oportunidades de educación y capacitación entre regiones, hay una desventaja inherente para personas que no habitan centros urbanos con Índices de Desarrollo Humano por arriba de la media nacional, lo que hace prevalecer diferencias de habilidades y capacidades en las personas laboralmente activas. Los datos que brinda el reporte al respecto son aplastantes: por hora trabajada promedio, los trabajadores con educación básica producen, la mitad que los que poseen educación media, mientras que los trabajadores con educación alta son 20 veces más productivos que los primeros.

Estas condiciones estructurales de la economía inciden en que el crecimiento promedio anual de la productividad laboral de México entre 2000 y 2014 represente sólo un 0.9% que es significativamente menor que el de los Estados Unidos, con crecimiento de 2.1%, sin perder de vista que, pese a ser la economía más grande del mundo, ha enfrentado las mismas crisis y recesiones que nuestro país en los mismos periodos. Si no se implementan estrategias para que las tasas de crecimiento en la productividad converjan, Estados Unidos estaría en condiciones de duplicar su nivel actual de productividad en 34 años, mientras a México le implicaría alrededor de 78 años lograr la misma meta.

Es verdad que los modelos de desarrollo que obedecen estrictamente al comercio internacional han dejado enseñanzas dolorosas en Latinoamérica, pero es innegable el dinamismo que otorgan las ramas exportadoras a la economía, en México éstas son 84% más productivas que las que producen fundamentalmente para el mercado interno.

El objetivo de integrar cadenas productivas quizás no sea muy atractivo en términos políticos, pues pocos podrán inferir sus impactos positivos en el desarrollo regional, sin embargo, es quizás la política de mediano plazo la que podría sacar a más mexicanos de la pobreza y permitiría integrarlos a mercados dinámicos que ofrezcan una vida digna para ellos y a sus hijos una mejor expectativa de vida.

jcrh