Después de ese oso insuperable del domingo, el intento fallido y execrable de hacer Vibrar México, la gente concluye que no se requieren héroes civiles, ni se necesitan casi mil millones de pesos en cash para convocar a una marcha de menos de 20 mil asistentes. Como que el apoyo de los grandes medios oficiosos de comunicación masiva tampoco sirvió de nada. Está visto: ya no calientan ni un café.
Y es realmente preocupante para los que se esconden en las cavernas de Los Pinos ver que hay cosas que ya no pueden resolverse ni con dinero. El hastío y la desconfianza hacia los rateros han llegado a un umbral difícil de traducir para quienes piden el apoyo de la unidad nacional con el fin de mostrar músculo, para engañar al vecino del Norte de que tienen mucho pueblo atrás, para que le piensen antes de ajusticiarlos.
Finalmente, comprobaron que el Directorio de sus líderes ciudadanos, de sus íconos de la sociedad civil que tanto los deslumbran, no vale siquiera el cartucho. Que representan una claque, una escoria de baja estofa que, como bien lo decía el bobo Fox, “no sacan un perro de la milpa”. Finalmente, llegaron al principio del viaje. Encontraron otra vez a las sanguijuelas de su desgracia.
Héroes civiles, como dioses del Olimpo en el ocaso
Los sobrevalorados héroes civiles forman una llaga purulenta, representan un golpe tumefacto a nuestra pobreza. Y es que cada vez que son galardonados por ferias de libros, cenáculos culturales o cofradías de elogios mutuos, no tocan los problemas reales de la sociedad. Jamás se les ha oído criticar en directo los enormes vacíos de legalidad, los rastros del crimen colectivo, la usurpación del poder, la rapiña de los gobiernícolas.
Poseen una prosa blandengue, música para las orejas de los poderosos, satisfechos con sus posiciones complacientes, porque jamás se refieren a las grandes ofensas del narcotráfico institucional, a la especulación financiera, al destino de la riqueza nacional, a las subastas de la soberanía nacional en los renglones estratégicos. Son los dioses del Olimpo en el ocaso.
Si alguna vez son forzados a hacerlo, recurren a todas las entrelineas de la supuesta ilustración, ejemplifican con clásicos librescos, útiles para salir del paso. Pero eso sí, son intransigentes para defender a costa de cualquier invectiva las ideas solicitadas por sus valedores, las que les permiten habitar con lujo de califas, en las mejores mansiones de la ciudad, en los selectos barrios coloniales de su geografía.
Krauze: alforjas atiborradas de nuestros impuestos
El túnel del tiempo de la tolucopachucracia la ha conducido a comprobar que una casta de ignorantes y rateros en el poder no puede tener sino a una manada de abanderados intelecuales –¡por cuales!– y líderes de opinión que también se han ganado a pulso la displicencia, el hartazgo, la desconfianza y la repulsa de la sociedad, ésta sí, civil.
Intelecuales y supuestos formadores de esa masa crítica de ciudadanos, a la que Enrique Krauze, con las alforjas atiborradas de nuestros sufridos impuestos, se atreve a insultar de cobardes y casi antipatriotas por negarse a hacer el caldo gordo de adalides de ocasión que dicen convocar a millones, y no se convencen ni a sí mismos, se han desnudado solitos.
¿Desde qué atalaya fantasiosa estos caifases de la conducta meten a la lista negra de indeseables a los que a diario nos jugamos el pellejo de emitir nuestras opiniones sin malla de protección? ¿Creen que el hecho de apoyar una marcha de caricatura exculpa toda una vida de imposturas, los convierte en ciudadanos por encima de cualquier sospecha, en centuriones de la decencia y la legalidad?
Si les hubiera ido bien en su aventura, pescarían más estipendios, reconocimientos, canonjías. Como les fue del nabo, culpan a las redes sociales de atizar rencores antimexicanos, cuando lo único que hacen estas es recoger y difundir el malestar ciudadano contra la corrupción desenfrenada, contra los despojos que cometen contra la Nación, tan esculcada y despreciada por sus adalides.
Cobran en oro balbuceos incomprensibles e insultantes
Como que ha llegado la hora de hacer una revisión de esos personajes cuya fortuna no es explicable a la luz de algún trabajo real, pues muchos de ellos, casi todos, no pueden ser objeto de la fiscalización de los cazadores de brujas del SAT, pues nunca se han encontrado en nóminas transparentes, ni han desempeñado empleo o comisión que la justifique.
Ha llegado la hora de evaluar en su justa dimensión y en sus pobres resultados a los que llegaron con el disfraz de “independientes” a los sillones de poderes locales, hoy convertidos en empleados de tercer talón de oligarquías regionales, de grupos de interés que se llevan el santo y las limosnas.
¿Qué hemos hecho los mexicanos para cargar con estos héroes civiles de la tolucopachucracia? ¿Hasta qué nivel de sevicia y de vergüenza están dispuestos a llegar estos personajes que abusan de la condición miserable y de la indefensión?
Por ejemplo, los intelecuales orgánicos del PRI, de Los Pinos, del PAN, del Verde, del PRD, de las franquicias magisteriales y evangelistas que cobran en oro balbuceos incomprensibles e insultantes, que definitivamente no merece la ciudadanía mexicana. Tocan todos los extremos del cinismo, de la obsecuencia cómplice, del catálogo de nuestras vergüenzas.
Y el desdichado Graue se compara ¡con Barros Sierra!
Juan Ramón de la Fuente, recipiendario de todos los favores, viajero de primera clase en excursiones placenteras de sultanato, con ingresos superiores por centenas de miles de veces a cualquier esforzado trabajador de la cultura, candidato a todo lo que se desocupe, ejemplo de la depredación nacional, jamás podrá justificar los estipendios.
A pesar de que tiene una década que transitó por los jardines universitarios –y no creo que los honorarios recibidos le alcancen para sostener esos niveles de gasto y de vida– se da el lujo de manipular a placer y empinar al supuesto rector Enrique Graue, un desdichado que se compara inexplicablemente con el bravo Javier Barros Sierra.
María Elena Morera, servidora incondicional de los sindicatos patronales, calificada por todos los loros radioeléctricos y de la letra impresa como una heroína a la altura del arte, toda una gesticuladora en la farsa de los representantes sociales, un fiasco revulsivo a la hora de legitimar en los hechos todos sus atracos, demostró las estulticias de un proyecto a la deriva.
Wallace, la empleada de Roberto Hampa Cifrián
Por el mismo sendero, la ideóloga panista María Amparo Casar, defensora de todos los exabruptos e inconsecuencias de los blanquiazules en el poder, dueña de una cachaza envidiable al momento de presumir las “movilizaciones”, casi inexistentes. Demasiado caras, demasiado peligrosas en términos de la defensa de la tan socorrida soberanía nacional. Obviamente, superadas en todos los renglones por la rebeldía social contra los arteros gasolinazos. Ella, precisamente ella, que goza de un seguro de vida otorgado por Pemex de más de 30 millones de pesos, por su marido que sólo laboró unos meses en ese que hoy es sólo un changarro.
Ni qué decir de Isabel Miranda de Wallace, de Laura Elena Herrejón –ambas empleadas de Roberto Hampa Cifrián–, del junior Claudio X. González, ya suficientemente analizados. Colgados del gancho de Televisa, un consorcio lamentable, han explotado temas sensibles del sufrimiento nacional, sólo en provecho de sus peculiares intereses, de sus gigantescos bolsillos, siempre demandantes.
Ellos son los dueños de todos los organismos públicos, supuestamente ciudadanos, donde recomiendan y colocan a placer a sus cachorros, a aquéllos que después los contratarán subrepticiamente como asesores magníficos, con maletas sin fondo posible. Trátese del INE, del IFAI, de la Fiscalía Anticorrupción, comisiones de Derechos Humanos, y las que usted guste añadir.
Casa Blanca y Pentágono han tomado nota de la “unidad”
Ojalá en Washington hayan juzgado el pobre espectáculo del domingo pasado como una ocurrencia de oportunistas, de impúdicos presupuestívoros, se hace cruces la población.
Como no fue así, y esos halcones reciben toda la información que les transmiten sus genízaros acreditados en México, esta balandronada va a resultar funesta para los intereses superiores de nuestro país. Los Darth Vader de la Casa Blanca y del Pentágono han tomado nota de los frentes de la unidad nacional, de la resistencia civil a partir de esa pobre demostración de oportunismo ciudadano. Y están relamiéndose los bigotes.
Lo lograron: acaban de ponerse en manos de sus verdugos
No creo que nos alcance la vida para lamentarlo. La buena noticia es que los impulsores de la aventura acaban de enterrar otro clavo en su empeño. Ahora sí, demostraron contundentemente que están más solos que la una. Acaban de ponerse en las manos de sus verdugos. Lo lograron. Son sus rehenes criminales.
¿O usted qué hubiera hecho? pregunta el frustrado convocante mayor, a unos pasos del patíbulo.
Índice Flamígero: Escribe don Rubén Mújica Vélez: “Los sabihondos ‘conductores’ de nuestra maltrecha economía argumentan que el precio de las gasolinas en México está condicionado por su precio internacional y por el tipo de cambio. Suena muy chévere, propio de economistas ‘empaquetados’ en las mejores escuelas de la tecnocracia mundial. Pero, resulta que se compran miles de millones de litros de gasolinas en EUA donde esos precios son los más bajos de muchos años. ¿Entonces qué pasó con los ejercicios del Fumanchú de Hacienda y (des)Crédito Público que no urde buenas mentiras a su jefecito? Pero, además, si el tipo de cambio es el otro elemento condicionante, al encarecer el dólar se entiende que se encarezcan las gasolinas, pero ¿por qué ahora que ha bajado el precio de la moneda imperial, por qué no bajan los precios de la gasolina? Esto hay que preguntárselo a Meade, porque su jefecito trae un relajo exponencial: ¡acaba de declarar que en México no existe una crisis! Pues claro que para los que como él cuentan con Casa Blanca, avioncito, carrito de golf, ¿para golfos?, y chequezote sin fin, pues ¿cuál crisis? Ellos gritan: ¡Aaaay México, no te acabes!” + + + El Poeta del Nopal da seguimiento a su serie, iniciada aquí el lunes, La Marcha de los Patriotas, y nos entrega tres nuevos epigramas al respecto:
II
Con un abrupto final
y veinte mil convocados
nunca el Himno Nacional
sonó tan desafinado
III
Perdido en la concurrencia,
algún paseante discreto,
preguntó con atingencia:
¿y en dónde está Peña Nieto?
IV
(Para Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín)
Marcharon, muy indignados,
y con sus mejores galas,
después de un comunicado
los dos se fueron a Dallas.
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