CIUDAD DE MÉXICO,- México se enfila hacia lo que se considera un país con transición demográfica avanzada y población envejecida. En 2012, la población total de adultos mayores fue de poco más de 10 millones, de los cuales, 5. 5 millones son mujeres, 54 por ciento.
El envejecimiento en nuestro país tiene un predominio femenino, es decir, hay 113 mujeres de 60 años o más, por cada 100 hombres de la misma edad, de acuerdo al documento “La mujer y la salud en México”, el cual fue elaborado por la Academia Nacional de Medicina de México, organismo que es parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico.
La doctora Zoila Trujillo y por la doctora Teresa Corona Vázquez, dijo que el hecho de que México tenga un predominio femenino en el envejecimiento, no es exclusivo de nuestro país, aunque las cifras sean alentadoras con un promedio actual de 77 años de vida para la mujer y 72 años para el hombre (el promedio nacional es de 75 años).
Es preocupante saber que las mujeres a medida que avanzan en edad, presentan elevada prevalencia de enfermedades crónico degenerativas como diabetes, enfermedad que produce un exceso de glucosa o azúcar en la sangre y en la orina.
La hipertensión, presión excesivamente alta de la sangre sobre la pared de las arterias; dislipidemias, alteración de los niveles de lípidos en la sangre, y cardiopatías, patologías del corazón entre la que se encuentran los infartos.
Las enfermedades anteriores, “son consideradas potenciales factores de riesgo para el desarrollo de procesos neurodegenerativos, como deterioro cognitivo, condición que tiene severa repercusión en la funcionalidad de la persona afectada, además de contribuir a la discapacidad y a la demencia”.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2012), la discapacidad es uno de los problemas de salud pública entre los adultos mayores, pues afecta a casi la mitad de ellos (47.8 por ciento). Alrededor de 5.1 millones de ancianos, sufre alguna forma de discapacidad, sobre todo las mujeres; los más viejos, los más pobres y quienes tienen menor escolaridad, son los que presentan mayor prevalencia y severidad de la discapacidad.
La alteración en la cognición contribuye en mayor medida a la discapacidad de los adultos mayores. En el mismo reporte de la ENSANUT, se aborda que la alteración en la cognición representa 18.2 por ciento de la discapacidad total: 11.9 por ciento para el grupo de 60 a 69 años; 20.9 por ciento para el grupo de 70 a 79 años y 33.5 por ciento para el grupo de 80 años y más.
El gran impacto de las demencias no solo está en la repercusión funcional de la persona afectada, sino en la carga que representa el cuidado, que por lo regular recae en la familia y en especial en las mujeres que fungen como cuidadoras primarias.
“Cada vez es más frecuente que mujeres que sobrepasan los 60 años no solo deban ayudar al cuidado de sus nietos, sino también a sus padres mayores de 80 años y muy probablemente alguno de los dos padezca alguna enfermedad crónico degenerativa y/o pueda estar afectado de algún tipo de demencia o deterioro cognitivo”, como se lee en el capítulo redactado por la doctora Teresa Corona Vázquez, quien también participa como editora de la publicación “La mujer y la salud en México”.
Entre los factores de riesgo que se asocian con la demencia, destacan la edad avanzada (la prevalencia aumenta exponencialmente de los 65 a los 85 años, se duplica cada 5 o 6 años, aunque se estabiliza alrededor de los 85 a los 90 años).
Las mujeres tienen mayor riesgo de desarrollar demencia tipo Alzheimer, contrario a los hombres, cuyo riesgo de desarrollar demencia vascular es mayor.
Conforme a los reportes clínicos, la portación del gen de la apolipoproteína E (APOE: transportadora de colesterol más importante a nivel cerebral), confiere un mayor riesgo de demencia, así como la herencia en primer grado (la frecuencia de herencia familiar es aproximadamente de tres por ciento en nuestro medio), depresión, traumatismo craneoencefálico y baja escolaridad se relacionan de la misma forma con Alzheimer.
Otros factores de riesgo no vasculares en adultos mayores, que potencialmente confieren riesgo de desarrollo de la demencia, son: las dietas inadecuadas, poco ejercicio, alteraciones sensoriales, caídas, escasas actividades cognitivas y menor interacción social, no obstante, todo lo anterior podría prevenirse.
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