¿Por qué las mujeres se hacen cómplices del poder que las oprime?
Es un hecho, ya que el machismo no es exclusivo de los hombres. En las sociedades latinoamericanas, la cultura del macho ha sido casi institucionalizada por las madres, y aunque las estructuras han cambiado para derribar convencionalismos que amenazan la igualdad de género, es sorprendente cómo en la sociedad moderna muchas mujeres siguen conservando actitudes machistas, sin reparar en la gravedad de sus manifestaciones, la cantidad de años que retroceden en una frase y lo mal representado que dejan al género femenino.
Machismo y mujer suena contradictorio. Sin embargo, lamentablemente no lo es. Muchas mujeres ayudan, defienden, y soportan ciertas actitudes que las minimizan y que las colocan en una situación de debilidad.
Disfrazado de superioridad o de una demostración de afecto, la mayoría de las mujeres no permiten que los hombres ayuden en las tareas del hogar. Si se les ve planchando su camisa, les dicen “deja ahí, amor, que yo lo hago” o “sírvele la comida a tu hermano que viene cansado”, entre muchos ejemplos más. Las diferencias no se quedan ahí, continuamente podemos escuchar comentarios discriminatorios de las mujeres hacia otras mujeres. Si duele que un hombre te insulte y ridiculice por luchar contra una injusticia social, flagrante y mundial, todavía duele más si viene por parte de una mujer.
Entre muchas de las ideas que la sociedad nos imprime, siendo inclusive la más perversa, está la concepción de que las mujeres, por defecto, somos enemigas. Nos enseñan a vernos entre nosotras como rivales y competidoras. Ignorando el competir con hombres, en lo laboral o en cualquier otro ámbito.
El problema reside en la forma en la que se ha ridiculizado a todo un género y a su lucha, pues darte cuenta de que vives en un sistema opresor y quejarte es “querer llamar la atención”. Te pondrán calificativos negativos de todo tipo para frenar la revolución que planteas. No olvidemos que si actualmente algunas sociedades han mejorado en materia de igualdad es por la acción del movimiento feminista. Si hoy podemos votar fue por acciones como la de Emily Davison, que murió mientras intentaba detener al caballo del rey George V, pidiendo el voto femenino en Inglaterra.
Actualmente, en Arabia Saudita existe un debate entre hombres para dilucidar si la mujer puede considerarse ser humano o no. Este atropello a la integridad física y moral de las mujeres se da en todas las sociedades, son hombres de todas las ideologías y creencias los que se reúnen para decidir cómo debe ser la vida sexual, reproductiva y familiar femenina. El dictador comunista Nicolae Ceausescu, con su esposa acompañándolo, pedía a la seguridad nacional que “controlase” la menstruación de las mujeres y los hijos que le daban a Rumania en 1988.
¿Por qué las mujeres se hacen cómplices del poder que las oprime?
Las mujeres constituyen el 52% de la población. Tener a toda esta población bajo leyes que limitan su libertad para trabajar, por ejemplo, elimina inmediatamente a la mitad de potenciales competidoras por un trabajo, así se ha construido la desigualdad. No son solo las leyes las que impiden la igualdad, sino el cuestionamiento moral de todo lo que hacen las mujeres.
Es normal que en este contexto muchas mujeres opten por “no montar un escándalo”, por no desafiar lo establecido, prefieren seguir adorando al machista que las oprime a tomar las riendas de su lucha, tremendamente incómoda ya que se libra a todos los niveles. Aparecen escandalizadas por las mujeres feministas, las mismas que luchan por los derechos que ya tienen o que van a necesitar a lo largo de su vida.
Saben que nunca terminarán siendo las principales beneficiadas por su posicionamiento, pero jamás se verán tan perjudicadas si deciden lo contrario. Adoptan una posición de complicidad con el patriarcado, defendiendo los roles machistas que emanan de él. Juzgan a las demás tachándolas de radicales y locas. Automáticamente se ganan su favor, ganan el poder que les concede el machismo, aunque en soledad sus dientes rechinen y su conciencia también.
Las mujeres son machistas porque no quieren perder la buena reputación que su comportamiento genera en el patriarcado. Serán las principales beneficiadas por ello aunque en realidad solo reciban migajas.
En una sociedad machista todos resultamos víctimas de este tipo de relación, incluyendo a los hombres, lo perciban o no. Por consiguiente, para que el machismo siga existiendo, es necesario que toda la sociedad participe en él. Para que desaparezca, es necesario que toda la sociedad cambie de actitud.
Si el feminismo triunfa, el sistema establecido se desmoronará. Se trata de construir desde una nueva concepción: la búsqueda de igualdad, no de poder. Eso atañe a todo, no sólo es una cuestión de género, pero es el punto que comparten todo tipo de abusos de poder en el mundo.
Es asumir que no existe razón alguna, como seres racionales, para que una mujer sea violada o agredida simplemente “por una cuestión de instinto”. Es asumir la conciliación real común entre hombres y mujeres porque no existe ningún gen que justifique la mayor carga familiar sólo por parte de las mujeres.
Mientras, a las mujeres que siguen siendo sus cómplices no hay que verlas con odio, hay que compadecerlas. Compadecerlas por su ignorancia e hipocresía, y porque irremediablemente, ellas necesitarán del feminismo en algún momento de su vida aunque se nieguen a reconocerlo.
Las demás dejamos ese triste papel a un lado, para ser protagonistas de nuestra propia lucha, de nuestra propia vida y nuestra propia historia, que parece ya no tener freno hasta que la desigualdad desaparezca.
Alexa Velazco