CIUDAD DE MÉXICO.- Desde los albores del siglo XVI, la Alameda Central se ha significado como un punto de encuentro, visita obligada para el turismo nacional e internacional, y sitio emblemático de la Ciudad de México.
De acuerdo con la información proporcionada por la Oficialía Mayor del Gobierno de la Ciudad de México, la Alameda Central es el parque público más antiguo de América Latina, el de más tradición en la Ciudad de México por sus numerosas obras de arte, y por lo mismo, es considerado un museo al aire libre.
La Alameda Central ha sido testigo de más de 400 años de historia y vivencias de la Ciudad de México, siempre ha sido un espacio hermoso y tranquilo, cada día con un número importante de nuevos visitantes. Sin lugar a dudas, es uno de los sitios de esparcimiento más entrañables para los habitantes de la megalópolis.
En 2012 fue remodelada: Se plantaron árboles y se mejoraron los prados; fueron restauradas sus fuentes, esculturas y el Hemiciclo a Juárez; se erigieron cuatro nuevas fuentes en sus esquinas, la calle de Ángela Peralta se volvió peatonal, y se instaló alumbrado público para que pueda ser visitada de noche con más calma y seguridad.
Su historia refiere que con el ánimo de dar bienestar a los habitantes de la Nueva España, el Virrey Luis de Velasco, en el siglo XVI, en plena época Colonial, dio la orden de crear un paseo para darle belleza a la ciudad y que fuera lugar de recreo de sus habitantes. Fue así como iniciaron la búsqueda del terreno, la traza, construcción y entrega al pueblo.
El nombre de Alameda tiene lugar debido a la gran cantidad de Alamos que se sembraron al límite de las actuales avenidas Hidalgo y Juárez, aunque más tarde se sustituyeron por sauces y fresnos. Después de una periodo de decadencia y descuido. Felipe V pidió construir varias fuentes, así como la siembra de nuevos árboles.
Durante el Segundo Imperio, la Alameda fue uno de los lugares favoritos de la emperatriz Carlota, esposa del Emperador de México Maximiliano de Habsburgo. La emperatriz mandó sembrar gran cantidad de rosas y donó la fuente monumental de enorme atractivo estético denominada “Venus conducida por céfiros”, obra del escultor Mathurin Moreau (1822-1912).
Con el paso del tiempo, el entonces Presidente de México, general Porfirio Díaz, mandó construir el Palacio de Bellas Artes así como el Hemiciclo a Juárez en el lugar donde se encontraba el Kiosco Morisco, mismo que fue trasladado en 1909 hasta la Colonia Santa María la Ribera, donde hasta la fecha permanece y luce todo su esplendor y grandeza.
Actualmente, la Alameda tiene fantásticos pisos de mármol con los jardines y jardineras reforestados. Por la noche, el visitante goza de una nueva iluminación en los corredores y fuentes. Tiene ocho esculturas y fuentes emblemáticas: “Las Américas”, “Las Danaides”, “Neptuno”, las “Ninfas” 1 y 2, “Mercurio”, “Primavera” y “Venus”, del siglo XIX.
Adicionalmente fueron colocadas cuatro nuevas fuentes en cada esquina con iluminación LED de colores y chorros de agua de hasta 20 metros de altura. En su cara Oriente está el monumento a Beethoven, del escultor alemán Oldembech, una máscara mortuoria de ese célebre músico, hecha en bronce negro. Ese fue un obsequio de la Colonia Alemana en 1921.
El Hemiciclo a Juárez recuperó su blancura original así como los ornamentos de oro y bronce, luciendo casi igual que hace 100 años cuando Porfirio Díaz lo inauguró. No se puede dejar de mencionar el Museo Mural de Diego Rivera, en su costado Poniente donde se exhibe el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, de ese artista.
con información de Notimex
jcrh