MADRID.- Inducida por el color y las formas tan caprichosas que se ven en la naturaleza mexicana es la nueva colección inspirada en los símbolos que trabaja la artista mexicana Rebeca Huerta, «que son la evidencia de nuestro tiempo, de nuestra cultura y de lo que somos como individuos».
Huerta, mexicana pero afincada en Málaga, sur español, trabaja el vidrio con una técnica poco común, basada en el famoso vidrio checo, una experimentación que inició con una técnica francesa que se llama «pâte de verre». Explica que nace a partir de 1942 y devino eventualmente en hacer esculturas monumentales, «lo cual quiere decir que son grandes bloques de vidrios de colores en una sola pieza, que están fundidos y pulidos».
Indicó que la técnica con la que trabaja es la única con la que se pueden hacer volúmenes precisos y agregó que todas las demás técnicas manejan el vidrio en caliente, se calienta y se manipula estando caliente, lo que impide hacer ciertas formas.
«La situación física del vidrio cuando está caliente y chorrea como un líquido es que impide posicionarlo adecuadamente si se tiene la idea de un boceto muy geométrico, y la técnica que uso, trabajando con moldes, permite hacer una fundición como la del bronce y tener volúmenes muy precisos, con la composición exactamente como se quiere», sostuvo.
Al hacer un repaso de sus inicios en el arte, expuso que «me interesó el vidrio, por la luz y el color. El color es un elemento simbólico, muy fuerte, que se puede aplicar al volumen escultórico y le da un sentido totalmente diferente».
Puso como ejemplo que una escultura que está hecha en vidrio transparente no tiene el mismo significado emocional que una escultura que es amarilla «y el factor de la luz es muy importante para mí, el hecho de que la luz pase a través del volumen genera una sensación de incertidumbre».
Agregó que la sombra es la evidencia de que un sólido existe, «pero cuando hay un pedazo de vidrio y pasa la luz, es algo incierto, no sabes exactamente qué es lo que hay, es un enigma, el vidrio es enigmático y eso me llamó la atención».
Huerta manifestó tener interés en los símbolos. «Me interesan esos símbolos que son la evidencia de nuestro tiempo, de nuestra cultura y de lo que somos como individuos». Citó como ejemplo que hizo una pieza muy mexicana, que se llama Ek Balam, inspirada en esta zona arqueológica maya y que representa básicamente la puerta al inframundo.
«Ek Balam era la tumba de Ukit Kan Le’k Tok’, un gobernante maya que propició las artes y de este símbolo lo que yo tomé y quiero trabajar en el plano escultórico es la cuestión de la entrada al inframundo, solo que en este caso me refiero a la consciencia», dijo.
Aseguró que el hecho de que el objeto artístico, la escultura, permita esa reflexión, esa sensación de entrar a la conciencia, hacer un análisis, verse a sí mismo, «es lo que estoy buscando yo misma como individuo y que quiero que sienta el espectador de las obras».
En la entrevista, Huerta subrayó que su obra se ve influida en lo mexicano «por toda la cultura estética que vivimos día a día, el color, las formas tan caprichosas que vemos en la naturaleza mexicana y del mundo que tengo, la simetría», mientras que de los checos absorbió la técnica.
Añadió que de la escultura mexicana «conservo la concepción animista, el que las piezas tienen su propia vida, su ser», pues en la escultura prehispánica mexicana la escultura era una vida, era como un amuleto, guardaba la energía, era energía por sí misma, «lo cual me impactó muchísimo y sí me ha motivado mucho».
En tanto, afirmó que del mundo checo, del mundo europeo, donde se formó, «absorbí toda la cuestión de los procesos industriales».
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