Domingo por la noche y como cada uno de ellos, se fue más rápido de lo que me hubiera gustado. Para colmo, no tengo sueño y decido ver algo en Netflix. Ahí están todas las series que he empezado y por causas distintas, no he podido terminar. Sin embargo, un impulso me hace dictarle a Siri, «Hill House». Rápidamente, los 10 capítulos de su primera temporada se ponen a mi disposición.
Ya he escuchado comentarios de que es terrorífica, por la red todo el tiempo leo que está increíble y por la época (segunda mitad de octubre) mi cuerpo pide la dosis de terror que no le doy en todo el año. Así que, «a lo hecho pecho».
La primera toma es una tétrica y enorme casa (que parece mansión) situada en la fría y negra noche. Una familia duerme y de pronto, se escuchan unos llantos. El hermano mayor asiste a la menor y el papá llega como refuerzo. La pequeña ha vuelto a soñar con una mujer bastante inquietante. Al final, se calma pero al poco rato, la silueta de una mujer me hace dar un pequeño grito que simplemente anuncia lo que me depara en las próximas horas.
El reloj marca que ya es lunes por la madrugada pero el primer capítulo es tan envolvente que no le doy más importancia al tiempo. En un par de ocasiones, pongo pausa para intentar digerir los nombres de los hermanos. También trato de asociarlos a sus versiones infantes pues los saltos en el tiempo son constantes y simplemente perfectos.
«Hay una sombra atrás, ¿o no?», regreso unos segundos y efectivamente, algo hay y ningún personaje se da cuenta. Pero no los culpo, yo tampoco me había enterado de que ya tenía otra cobija encima y las almohadas a mi alrededor para no sentir tanto miedo.
El final del primer capítulo es brutal y me río de mi mismo. En mi ingenuidad, pensé que me quedará dormido en los primeros 10 minutos. Ahora, estoy más despierto que nunca y con mi atención completa al segundo capítulo.
«Es un poco más flojo que el primero», pienso. Sin embargo, como si tuviera vida propia, La Maldición de Hill House me llena de tensión por algunos segundos y me arrepiento de mis palabras. A la par, el drama se empieza a asomar entre las historias de vida. Así, descubro que esta serie lo tiene todo, incluso algunos momentos en los que sonrío ante la ternura e inocencia de los niños en algunos pasajes. Sin duda, son válvulas de escape para el terror que siento el resto del capítulo.
Llega el tercer capítulo y se vuelve el más tétrico (hasta ahora). Tehodora se vuelve mi personaje favorito, le encuentro muchas fortalezas que me hacen imaginar, que con ella en pantalla me sentiré seguro debido a que su actitud badass refleja que no le teme a nada. Al momento en el que se deja envolver por el terror, yo hago lo mismo y queda claro, nadie está a salvo en Hill House.
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Las tres de la mañana marca el reloj y como muchos, el estrés invade mi cuerpo. Decido seguir adelante un rato más y una escena me hace gritar un poco más fuerte de lo habitual.
Me hago el valiente y sigo un capítulo más. Me siento orgulloso pues desde hace muchos años, no pasaba más de 24 horas despierto. Así que como trofeo, dejo que el sueño me empiece a vencer. Grave error.
Son casi las cinco de la mañana y la noche aún reina. El silencio es una simple palabra pues mágicamente, desarrollo un oído fuera de este mundo y escucho al viento chocar con la ventana, también cómo truena un mueble y hasta las hojas de un árbol. De pronto, el miedo invade mi cuerpo y todas las historias de terror que he escuchado en mi vida, pasan por mi mente. Trato de pensar en momentos felices pero al poco rato, un pequeño ruido me despierta. Veo el reloj y aún son las 5 de la mañana.
Quedo profundamente dormido pero al despertar, me siento tenso. Sí, tuve un par de pesadillas y por si fuera poco, el hombro me duele bastante pues dormí de una forma bastante extraña.
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Ahora, lo único que ocupa mi mente es volver a la cama y seguir con los próximos capítulos de La Maldición de Hill House.
Imagen: Instagram.com/_haunting
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