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En Templo Mayor, descubren cráneos pintados

En Templo Mayor, descubren cráneos pintados

CIUDAD DE MÉXICO.- Un total de siete cráneos humanos con restos de pigmento azul, azul grisáceo, negro y rojo fueron descubiertos en la ofrenda 141, por un grupo de arqueólogos del INAH. De acuerdo a los estudiosos, fueron dedicados a la diosa mexica de la Tierra: Tlaltecuhtli.

El hallazgo, tuvo lugar en la zona arqueológica del Templo Mayor y fue llevado a cabo por las especialistas Alejandra Aguirre Molina y Erika Robles Cortés. Este evento llama la atención, porque a pesar de que la policromía fue una práctica común entre las culturas prehispánicas aplicada a edificios, murales, esculturas y restos óseos, no se habían encontrado cráneos pintados en tan buen estado de conservación.

“Empezamos a excavar la ofrenda 141 en 2011 y terminamos en 2013. Tardamos casi dos años por la densidad de materiales que encontramos: 18 mil 322 elementos, entre materiales orgánicos y artefactos. El depósito número 141 se encontraba asociado al monolito monumental de la diosa Tlaltecuhtli y simulaba al inframundo”, comenta Alejandra Aguirre Molina.



La arqueóloga del Proyecto Templo Mayor (PTM), dirigido por Leonardo López Luján, explica que dicha ofrenda data del periodo 1486 al 1502 d.C. (durante el gobierno de Ahuízotl) y que representa al Inframundo. La entrada en forma de pirámide invertida estaba al este de la ofrenda 141.

Ese mundo (el Inframundo) está regido por Mictlantecuhtli, dios de la Muerte, y es representado con efigies, en este caso a través de los siete cráneos polícromos y diversos elementos que personifican a guerreros muertos”.

Sobre las evidencias post mortem, comenta la arqueóloga Erika Robles Cortés, existen huellas de que los cráneos fueron hervidos. “Los tratamientos culturales que se registraron es que los cráneos fueron hervidos, descarnados y después a tres les hicieron perforaciones en los parietales y, a cuatro, en su base, todo esto para que tuvieran el aspecto de personajes descarnados. Además, a seis les pusieron aplicaciones de concha y pirita para simular los ojos”.

La identificación de esas aplicaciones, agrega, las realizó Belem Zúñiga y determinó que cinco individuos tenían aplicaciones de concha fabricadas con madreperla (Pinctada mazatlanica) y uno de caracol (Pleuroploca sp.).

Los siete cráneos pintados que las arqueólogas hallaron en el Templo Mayor fueron divididos en tres grupos: tres que fueron pintados con azul y negro, (la parte superior del cráneo es negra y la parte de la mandíbula es azul),  otros tres pitados únicamente de color negro y uno de color rojo que tenía dos círculos azules en los malares.



Erika Robles Cortés señala que toda la policromía de estos cráneos como la de otros artefactos en la ofrenda va acorde a lo que los mexicas querían representar.

En la ofrenda 141, destaca Robles Cortés, el negro y azul son los colores predominantes, aunque también hallaron más artefactos policromados: objetos de madera y una olla Tláloc con aplicación de azul y negro.

Después de que las especialistas registraran cada objeto hallado en la ofrenda dedicada a Tlaltecuhtli, iniciaron la conservación del pigmento en los cráneos y se avocaron a identificar los pigmentos.

“Los pigmentos fueron analizados por Giacomo Chiari en el Getty Conservation Institute en Los Ángeles y se determinó que el color rojo es hematita, el negro contiene hidroxiapatita, mineral que tiene el hueso, pero como el hueso quemado no es pigmento común en el Templo Mayor, podría deberse a una contaminación al momento de sacar la muestra, ya que por lo general se utilizaba carbón para pintar el negro”, explica Erika Robles Cortés.

La especialista aclara que se encontraron dos tonalidades de azul: el azul que tiene sepiolita y el azul grisáceo hecho con moscovita y glauconita, siendo este último una tonalidad nueva para la policromía mexica.

“En la pintura mural y escultura únicamente se identifican cinco colores: ocre, rojo, negro, blanco y azul. En el caso del monolito de la diosa Tlaltecuhtli identificamos otro color más: el rojo vino, y en los objetos de las ofrendas encontramos los cinco, más uno nuevo: azul grisáceo. A diferencia de la pintura mural y en escultura, existen pocos pigmentos en restos óseos, porque el material de los cráneos es más frágil, entonces la conservación es difícil y por eso este hallazgo es excepcional”.

Robles Cortés detalla que después de las medidas de conservación y de la limpieza tomaron fotografías de cada individuo y observaron los restos de color con un microscopio de 200 (de aumento digital), lupas y luz.

con información del INAH

jcrh