CIUDAD DE MÉXICO,- Nuestros gobernantes tenían otro nivel, otra estatura, que les permitía poner en contacto a la gente con lo que representaba la cultura europea, algo que ahora definitivamente no se tiene. Laura Suárez de la Torre , dijo lo anterior durante la conferencia “Impresores e impresos para la ópera”, y comentó que en el siglo XIX había una política que impulsaba el desarrollo de la vida cultural en México, lo que no ocurre en la actualidad.
“Nuestros gobernantes tenían otro nivel, otra estatura que les permitía poner en contacto a la gente con lo que representaba la cultura europea, ahora definitivamente no se tiene.
“En 1831, hubo un grupo de políticos que estuvieron sumamente involucrados en la promoción de la ópera en nuestro país, estaban encabezados por el presidente Anastasio Bustamante, Lucas Alamán y Eduardo de Gorostiza; son ellos los que buscaron traer a México a las compañías artísticas más importantes de Europa.
El interés que existía por parte de los gobernantes de hacer de la música un factor de educación, fue de primer nivel”, dijo la doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México, institución que forma parte de la Mesa Directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico.
Recordó que durante la primera mitad del siglo XIX, la difusión de los espectáculos artísticos en la Ciudad de México, se desarrollaron en el Teatro Principal y el Teatro Nacional, este último, a la altura de los teatros europeos, que destacaba por su estética y lujo.
Los códigos de conducta para asistir a los eventos marcaron tendencia en la vida nacional.
“Para la noche, vestido de terciopelo negro escotado, mangas cortas y lisas, encima un paletot griego también de terciopelo formando un vestido alto, mangas a la valenciana muy anchas en la abertura, la cual tiene 20 centímetros, sujetada por una trencilla de seda, sombrero de raso adornado por un sauce arrozado, el peinado sencillo y dispuesto de modo en que al momento de entrar a la sala y al quitarse el paletot aparezca una toaleta de sociedad”, leyó Suárez de la Torre de un archivo que forma parte de su investigación.
La integrante del Sistema Nacional de Investigadores recordó que asistir al teatro no era una actividad al alcance de todos. Un abono anual en palco, permitía el acceso a 90 representaciones artísticas, distribuidas en dos espectáculos cada semana, y tenía un costo de 540 pesos (de aquellos tiempos), lo que no era nada barato.
La coordinadora del libro Constructores de un cambio cultural: impresores-editores y libreros en la Ciudad de México 1830-1855 comentó que es gracias a los impresos, que conocen cuáles fueron las actividades de la vida cotidiana de los habitantes en distintas épocas.
Los impresores de la Ciudad de México estuvieron vinculados con la producción de impresos para la música. Además de partituras, imprimían los libretos de la ópera, entre los principales creadores del siglo XIX están Juan Ojeda, Antonio Díaz, Nabor Chávez y Manuel Murguía, mismos que se encargaban de diseñar los carteles, vender los libretos de ópera, imprimir los boletos y programas.
Entre las óperas más importantes estuvieron: Anna Bolena; Norma, ópera de Vicenzo Bellini; Juliette´s Aria, Romeo y Julieta de Monserrat Caballé; La Sonnambula ; Torquato Tasso “Fra Tutti Quanti I Punti Opera”; Lucia di Lammermoor, Per Te Dimmenso Giubilo; y Marino Faliero, Oh Mier Figli.
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