CIUDAD DE MÉXICO.- María Elena Bermúdez, sobrina del maestro Rufino Tamayo (Tlaxiaco, Oaxaca, 25 de agosto, 1899- Ciudad de México, 24 de junio, 1991), califica a su tío como un hombre de lo más responsable para su trabajo y para quien pintar era su vida, “que se sacrificó, que se esmeró, que trabajó incansablemente por mejorar su obra”.
En el marco de su 25 aniversario luctuoso, México se alista para celebrar al pintor, dibujante y muralista, quien revolucionó el arte mexicano, pues supo conjugar la herencia del arte prehispánico con las vanguardias internacionales, en una obra en la que conjugó el color, la perspectiva, la armonía y las texturas.
Pulcro al pintar, enamorado de su esposa, Olga, a quien dedicó más de 20 óleos, juguetón y bromista, simpático y alegre, gustaba cantar, bailar y tocar la guitarra, Rufino Tamayo tuvo una vida en la que produjo mil 300 óleos, 465 obras gráficas, como litografías y mixografías, 350 dibujos, 20 murales, así como un vitral.
Mi sentimiento es mexicano, mi color es mexicano, mis formas son mexicanas, pero mi concepto es una mezcla (…) Ser mexicano, nutrirme en la tradición de mi tierra, pero al mismo tiempo recibir del mundo y dar al mundo cuanto pueda: este es mi credo de mexicano internacional”, decía Rufino Tamayo.
Su sobrina María Elena Bermúdez cuenta que, intrigada por el oficio del tío, un día le preguntó: “cuando llegas a un caballete ¿ya sabes lo que vas a pintar? Y me dijo, no, nunca, eso nunca lo sé. Pero me di cuenta que cuando él entraba a pintar nunca dejaba una obra, se podía tardar todo el tiempo que fuera, hasta que se sentía satisfecho”.
Según el escritor, ensayista y poeta Xavier Villaurrutia, el artista en su obra “no compone por acumulación, sino por selección y porque no le arredran los espacios desnudos que, en su caso, nunca son espacios vacíos, puesto que, en virtud de una pincelada siempre significativa, el color sigue viviendo en ellos con una vibración que es un goce para la vista y que instala al mismo tiempo a las figuras del cuadro dentro de una atmósfera y en una compleja y poética duración”.
Como parte de la conmemoración del 25 aniversario luctuoso del pintor, el Museo Tamayo Arte Contemporáneo tendrá una sala de exhibición permanente con la obra del maestro y una más para presentar la colección de pintura internacional contemporánea que el pintor adquirió junto con su esposa Olga, las cuales serán inauguradas el próximo 30 de julio.
Luego de una reunión que los sobrinos de Tamayo, los Bermúdez Flores, sostuvieron con el secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa, y la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda, se concretó la propuesta que por muchos años habían planteado.
María Elena Bermúdez destacó que desde que abrió el museo en 1981, personajes del arte como Fernando Gamboa abogaron por que existiera una sala permanente Tamayo en el recinto, con el argumento de que era su museo y la gente acudiría para ver su obra.
Sin embargo, el pintor se negó, ya que dicho recinto no era para exhibir su obra, sino para exponer lo mejor del arte contemporáneo internacional en México.
No obstante, precisó la sobrina del pintor, “constantemente recibíamos quejas de gente enojada, que cómo era posible que en el Tamayo no estuvieran sus obras, que entonces se le quitara el nombre de Rufino Tamayo, porque pasaba a ser como una mentira, un engaño. La gente no puede entender cómo en el Museo Tamayo no hay Tamayos”. Y es que la única obra que se encuentra en el recinto, ubicado en Chapultepec, es el mural Homenaje a la raza india, de 1952.
Pero ahora, a partir de agosto, en las nuevas salas se expondrán las más de 300 obras de pintores internacionales que Tamayo donó al museo, mientras que en la sala que llevará su nombre se presentarán sus propias piezas, entre éstas las 11 que él mismo donó al Museo Tamayo, así como las 15 pertenecientes a la colección privada Olga Tamayo.
La colección de pintura de los Tamayo, precisó María Elena Bermúdez, la adquirieron a lo largo de 15 años, en los que la pareja hizo viajes ex profeso para comprar las mejores obras y luego, dieron una ardua lucha para lograr el museo que, por ejemplo, ha tenido grandes muestras, como Los Picasso de Picasso con más de un millón de visitantes.
María Elena Bermúdez, autora del libro «Los Tamayo, un cuadro de familia», cuya realización le tomó más de 16 años, recuerda a su tío Rufino con mucho respeto, pero también “con un cariño enorme. Lo encontraba alegre, siempre dispuesto a pasarla bien, era muy bromista y muy antojadizo. Nos llevaba a tomar helados a la plaza de Coyoacán y podías ir caminando y te metía el pie”.
Daba gusto verlo feliz, aseguró su sobrina, porque se trataba de alguien simpático y alegre, a quien le encantaba tocar su guitarra, cantar y bailar, lo cual hacía muy bien, por lo que Olga siempre le organizaba reuniones para festejar de todo: cumpleaños, santos, aniversarios.
con información de la Secretaría de Cultura
jcrh