MÉXICO.- La década de los sesenta fue de altibajos para el cine mexicano. A inicios de este periodo, se presentó un estancamiento donde el presupuesto era reducido, la producción controlada y las fórmulas cinematográficas eran pobres y repetitivas. Sin embargo, a partir de 1965, se buscó el desarrollo bajo una consigna: la renovación.
Revivir la Época de Oro sería difícil, pero las reformas en el Banco Cinematográfico y la participación de cineastas talentosos dieron paso a lo que diversos especialistas conocen como la “década prodigiosa”. Desde entonces hasta finales de los años setenta surgió un cine autoral a la europea, acompañado del epíteto, reciclado cada década, de “nuevo cine mexicano”. Siguiendo parcial e interesadamente a Eric Hobsbawm decidimos trazar una década larga de los setenta para echar un primer vistazo a una generación creativa excepcional.
Los Caifanes (Juan Ibáñez, 1967)
Tras una fuerte lluvia en un fin de semana por la noche, Paloma (Julissa) le propone a Jaime (Enrique Álvarez) refugiarse en el primer auto que encuentren sin seguro, cuando lo consiguen, son intimidados por los dueños del vehículo: los Caifanes. Así comienza una aventura donde la vida de dos jóvenes de clase privilegiada se entrecruza con las costumbres de barrio de una pandilla, mientras vagan juntos por la Ciudad de México hasta el amanecer. Esta cinta reconstruye la brecha entre las clases sociales mexicanas, perceptible en su visión de la vida, el manejo del lenguaje y su comportamiento. Juan Ibáñez y Carlos Fuentes –con quien coescribió el guión– cuestionan los motivos de tal distanciamiento y lo contrastan con una atracción entre ambos grupos, contenida por la desconfianza.
Juego de mentiras (Archibaldo Burns, 1967)
Esta adaptación libre de “El árbol”, un cuento de Elena Garro, cuenta la historia de dos mujeres que se enfrentan a figuras masculinas amenazantes y presentes en su ausencia. Se trata de un retrato del machismo mexicano narrado a través de una perspectiva femenina aderezada de simbolismos. El primer largometraje de Burns es uno de los primeros trabajos experimentales de esta etapa cinematográfica y una de las muestras de la estrecha relación entre la creación fílmica nacional con un periodo excepcional en la literatura latinoamericana.
El Topo (Alejandro Jodorowsky, 1970)
¿Qué hacer con Alejandro Jodorowsky? Su cine viaja de los estrambótico a lo cursi, de lo espiritual a lo postizo. Y sin embargo, es una de las miradas más originales en la historia del cine mexicano. Decidimos darle un lugar en esta lista por medio de El Topo, su wéstern transido de budismo, una historia en la que un pistolero alcanza la trascendencia tras pasar pruebas y desapegos, llena de personajes originales e inquietantes y con un uso de audio propositivo.
Mecánica nacional (Luis Alcoriza, 1971)
Esta cinta rompe con los arquetipos de la familia mexicana promedio que durante décadas se presentó en el cine nacional. Un mecánico (Manolo Fábregas) acude a un evento de automóviles con su familia y amigos. El itinerario ofrece tiempo libre para los asistentes, quienes arman una fiesta en grande, llena de excesos y placeres. La cinta no ofrece un argumento en particular, sino un mural de distintas situaciones donde se muestra a cada miembro de la familia hacer lo que quiere. La abuela (Sara García) sufre una congestión estomacal, la esposa (Lucha Villa) es infiel, el hombre acosa a mujeres atractivas y la hija (Alma Muriel) deja de ser una joven decente. El reflejo carnavalesco de una sociedad donde, para bien o para mal, los valoren cambiaron.
El castillo de la pureza y El lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1971 y 1977)
Arturo Ripstein es una de las figuras centrales del cine mexicano. Su primera obra es excepcional y, por lo mismo, nos resultó complicado elegir una sola de sus películas. El castillo de la pureza está basada en hechos reales: un hombre mantiene a su familia encerrada durante 18 años en una inmensa casa de madera podrida que les protege de los males del exterior, sin embargo, conforme sus hijos crecen, cuestionan su realidad. El guión fue realizado por José Emilio Pacheco y el protagonista fue interpretado por Claudio Brook. El lugar sin límites, basada en la novela homónima de José Donoso, es la historia de un prostíbulo donde la Manuela (el mejor Roberto Cobo), una travesti, y su hija la Japonesita (Ana Martín), quieren salvar su espacio de trabajo que el dueño quiere vender. Sin embargo, los arranques del borracho Pancho (Gonzalo Vega) obstaculizan todo cuando éste muestra sus tendencias homosexuales con Manuela y es ridiculizado. Esta cinta presenta saltos en el tiempo interesantes que reconstruyen el pasado para así entender el presente de cada personaje. Desde este periodo la sordidez y la pobreza pueden trazarse como rasgos estilísticos de Ripstein, quien sentó un paradigma de representación fílmica, copiado innumerables veces, muy a menudo sin su talento.
El rincón de las vírgenes y Tívoli (Alberto Isaac, 1972 y 1974)
Las cintas de Alberto Isaac se caracterizaron por la construcción de ficciones extraídas de un contexto real. Por una parte, El rincón de las vírgenes es el relato de una estafa religiosa donde los protagonistas se apoyan de su facilidad de palabra para lograr la canonización de un acosador sexual, todo ello, en el poblado de Comala. Mientras tanto, Tívoli es un teatro de burlesque que está por ser clausurado; sin embargo, los actores que ahí laboran utilizan todos los medios posibles para defenderlo. Ambas cintas muestran puntos de contacto entre lo comunitario y la flexibilidad hipócrita de la moralidad mexicana.
El profeta Mimí (José Estrada, 1973)
En una vecindad de la Ciudad de México habita Ángel Peñafiel, “Mimí” (Ignacio López Tarso), un fanático religioso que en su edad madura aún vive con su madre. Su obsesión por las buenas costumbres lo lleva a mirarse a sí mismo como un profeta que debe liberar a los pecadores, para lo que ahorca prostitutas y las exime de sus faltas. Sin embargo, su mayor dilema se presenta cuando se enamora de una mujer (Ana Martín) cuya necesidad económica le obliga a desempeñar dicho oficio. Estrada crea una representación fiel de las carencias que enfrentan los sectores más desprotegidos de México, en contraste con la filmación de escenarios que representan el legado histórico de la ciudad como la colonia Guerrero y la zona Centro.
Canoa y Las Poquianchis (Felipe Cazals, ambas de 1976)
Felipe Cazals es la otra figura central del cine mexicano de los setenta y en 1976 produjo tres películas, dos de las cuales son obras mayores indudables.Canoa es el relato de un linchamiento en San Miguel Canoa, donde cinco jóvenes trabajadores de la Universidad de Puebla emprenden una expedición hacia un volcán; sin embargo, la lluvia les impide subir y deciden pasar la noche en el pueblo, donde, confundidos por comunistas, son atacados de forma brutal por el párroco y la gente del lugar. Por su parte, Las Poquianchis es una película inspirada en el caso de las hermanas González Valenzuela, asesinas seriales de Guanajuato. Ambas cintas fueron producidas en una época turbulenta, años después de la matanza de Tlatelolco, cuando la crisis nacional implicó factores sociales, políticos, religiosos y económicos. Un retrato completo de un conflicto social plagado de paranoia, desconcierto, incertidumbre y violencia.
La pasión según Berenice (Jaime Humberto Hermosillo, 1976)
Berenice (Martha Navarro) es una joven que cuida a su madrina enferma (Emma Roldán) en Aguascalientes. Una cicatriz en el rostro le impide sentirse atractiva para los hombres que la rodean, por lo que inicialmente se encierra en un mundo de pureza y mojigatería. Sin embargo, la llegada de Rodrigo (Pedro Armendáriz Jr.) a su vida le lleva a explorar las consecuencias del enamoramiento y el placer carnal, al mismo tiempo que intenta mantener su imagen de mujer casta libre de pecado. Hermosillo, originario de una ciudad de muy fuerte raigambre católica, tuvo una fuerte preocupación por contrastar la virtud pública con la sexualidad recluida. Su obra, muy provocadora en su tiempo, aun cuando fue bien recibida ha sido mejor leída a la distancia.
Los albañiles (Jorge Fons, 1976)
Basada en la novela homónima de Vicente Leñero, esta cinta desarrolla unthriller policiaco a la mexicana. El asesinato de Don Jesús (Ignacio López Tarso), un velador, se convierte en el pretexto para dibujar el paisaje de la clase proletaria en México. Saltos en el tiempo desarrollados a través de un excelente montaje cinematográfico facilitan la reconstrucción de los hechos hasta representar el sistema de justicia en el país y las diferencias sociales que se ven marcadas por la estabilidad económica. Con esta película Fons obtuvo el Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín de 1977.
con información de Revista Icónica
jcrh