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(video) Antonio Gaudí: a 90 años de su muerte

(video) Antonio Gaudí: a 90 años de su muerte

BARCELONA, ESPAÑA.- Hace 90 años moría Antoni Gaudí, arquitecto universal y máximo exponente del Modernismo catalán, que dio su propio sello a la ciudad de Barcelona con obras maestras como la Sagrada Familia, el Parque Güell, Casa Batlló y Casa Milá, entre algunas de sus creaciones que ya son Patrimonio de la Humanidad, según la UNESCO.

El 7 de junio de 1926, Gaudí fue embestido por un tranvía en Barcelona, el primer medio público en circular por la ciudad, y debido a su aspecto descuidado fue tomado por un vagabundo pobre y trasladado al Hospital de la Santa Cruz, un hospicio para mendigos. Lo reconocieron recién al día siguiente y finalmente murió el 10 de junio.



A pesar de este final casi miserable, Barcelona honró al artista que la había enriquecido con edificios de extraordinaria e innovadora belleza, disponiendo su sepultura en la cripta de la Sagrada Familia, tal vez su creación más famosa y significativa, y todavía en continua construcción como las mejores catedrales del mundo.

En su funeral participaron miles de ciudadanos para los cuales se había transformado en «el arquitecto de Dios».

Los últimos diez años de su vida los había dedicado completamente a la realización de aquel templo monumental, que resumía las principales temáticas de su muy original visión, capaz de armonizar arte, arquitectura y vida.

Antoni Gaudí y Cornet había nacido en Reus, sur de Cataluña, el 25 de junio de 1852. En 1869 por sus estudios se mudó a Barcelona, ciudad que en aquella época sufría un tumultuoso cambio y en donde maduraban las semillas culturales del Modernismo catalán y del «Renaixcensa», movimiento que propiciaba la recuperación de la lengua y la cultura catalanas.



Gaudí, que compartía las aspiraciones autonómicas, contribuyó activamente a ese viento de renovación que caracterizó a Barcelona entre finales del siglo XIX y el siglo XX.

Diplomado en 1878 en la Escuela Superior de Arquitectura, Gaudí había logrado durante su formación trabajar con los mejores arquitectos del momento, profundizando además la técnica con nuevos materiales de construcción como el cemento.

Apenas recibido viajó luego a París para la Exposición Universal de ese año, donde se encontró con el industrial catalán, Eusebi Güell, que se transformaría en su principal mecenas, y quien le encargaría sus obras más importantes y célebres.

Entretanto, en 1883, con apenas 31 años de edad, era nombrado arquitecto en jefe de la Sagrada Familia, el templo expiatorio de Barcelona, en el que se comenzaba a realizar la cripta, entre 1884 y 1887, y luego el ábside, entre 1891 y 1893. Se trataba de una obra muy compleja, en la cual empleó todo su genio, a pesar del esfuerzo que realizó al mismo tiempo en otros proyectos brillantes de arquitectura civil, como la Casa Vicens, en la que refutaba el rigor geométrico de la tradición para reinterpretar el estilo mudéjar con la combinación de ladrillos y azulejos.

Su verdadera revolución comenzaría con el Palacio Güell, comisionado por su mecenas, en el que experimentó por primera vez los arcos catenarios, que se volverían una constante en su lenguaje arquitectónico.

Le siguió la Casa Calvet, un edificio en piedra que selló el éxito profesional de Gaudí en su Barcelona y desde 1900 se abrieron paso gradualmente sus otras aclamadas obras maestras: el Parque Güell y la casa Batlló.

Esta última surge como plasmada por manos gigantescas, con la fachada revestida por un mosaico de piedras vítreas de colores, mientras que los balcones en hierro fundido recuerdan a huesos y el extraño techo ondulante se asemeja a las escamas de un reptil primitivo.

La Casa Milá, erigida entre 1906 y 1912, con una vibrante y plástica fachada en piedra, fue la última obra civil del arquitecto, ya que desde 1914 se sumió en exclusivo en los trabajos de la Sagrada Familia. Como en Barcelona, con la onda expansiva de las represiones sociales de la «Semana trágica» de 1909, se había apagado la estación de gran florecimiento cultural y urbanístico, así también la vida de Gaudí se volvió cada vez más antisocial y solitaria, al punto de morar en un rincón del obrador de la iglesia.

Con la edad, pasó de ser un joven con aspecto de dandy a lucir como un viejo reconcentrado, austero y pobre.

Sin embargo continuaba proyectando las formas extraordinarias, imprevisibles y oníricas, con la utilización de los materiales más diversos, tales como ladrillos, piedra, cerámica, vidrio y hierro, de los que lograba extraer las máximas potencialidades expresivas.

Siguió hasta el final, entre la religiosidad y el misticismo, el axioma por el cual la arquitectura crea un organismo, el cual, como tal, debe cumplir con las leyes de la naturaleza.

jcrh