ROMA, ITALIA.- Padre del Futurismo, pintor y escultor del dinamismo y el espacio, Umberto Boccioni moría, con sólo 33 años, hace exactamente un siglo. El artista, protagonista de las vanguardias históricas, capaz como pocos otros de influir en todo el siglo XX, falleció en un accidente banal, cuando el caballo que montaba se encabritó durante un ejercicio militar, el 17 de agosto de 1916 en Chievo (Verona, norte de Italia).
Intervencionista como Marinetti y otros exponentes del movimiento futurista, Boccioni se había enrolado como voluntario tras el estallido de la guerra en el Cuerpo Nacional de Voluntarios Ciclistas Automovilistas, que sin embargo se disolvió a fines de 2015.
Por lo tanto, el artista fue asignado a la artillería de campo y destinado a Verona, donde en las campañas aledañas sería víctima de la caída mortal. En el lugar existe todavía una lápida conmemorativa.
El conflicto mundial tan esperado sin embargo lo había decepcionado, por cuanto dominaba el «heroísmo oscuro» de la vida en el frente, que en espera de la batalla era sobre todo «insectos y aburrimiento».
Umberto Boccioni nació el 19 de octubre de 1882 en Reggio Calabria. Su padre, empleado del Estado, se veía obligado a continuos traslados que caracterizaron su infancia y adolescencia.
Pasó así por Génova, Padua y Catania, donde se diplomó en 1897 en el Instituto Técnico, mientras comenzaba a colaborar con algunos diarios locales. En 1901, tras un nuevo traslado de su padre, Boccioni llegó a Roma y empezó a asistir al estudio de un pintor de carteles que le enseñó las primeras nociones de su arte.
En este período el joven Umberto conoció a Gino Severini, con quien asistió al estudio del pintor divisionista Giacomo Balla. También con Mario Sironi, a quien conoció en 1903 en la Escuela Libre del Desnudo, estrechó una amistad duradera.
Ese año, Boccioni pintó su primera obra, titulada «Campagna Romana» o «Meriggio». Poco paciente frente al ambiente provincial que dominaba en el arte, incluso en Roma (tanto que con Severini organizó en 1905, en el Teatro Costanzi, la «Muestra de los Rechazados», en polémica con el tradicionalismo de los jurados oficiales), el artista decidió irse al exterior.
La primera etapa, en abril de 1906, fue París, seguida de Rusia, de donde volvería para luego volver a irse a Alemania. Se trata de estadías que signaron sus años de formación, confrontándose con pintores europeos del Impresionismo y el Simbolismo, hasta los Prerrafaelitas.
Inquieto e insatisfecho, Boccioni desembarcó finalmente en Milán para profundizar más sus estudios y técnicas.
Aquí finalmente se sintió en sintonía con la atmósfera dinámica de la ciudad y extendió sus intereses, no sólo en dirección de las vanguardias europeas sino visitando también museos y galerías donde pudo conocer directamente obras de artistas de todas las épocas, pero sobre todo antiguos.
Algunos de ellos, sobre todo Miguel Ángel, quedarán para siempre como sus modelos ideales, aunque estén destinados a convertirse en los principales blancos de la polémica contra el arte antiguo y el pasatismo, nodos cruciales de la visión futurista del arte.
En 1907 Boccioni conoció a los divisionistas y, con Filippo Marinetti, comenzó el camino que llevaría a la redacción, junto con Carrà, Russolo, Balla y Severini, del Manifiesto de los Pintores Futuristas (1909), al que seguirá el Manifiesto Técnico del Movimiento Futurista (1910).
Según sus autores, el artista moderno debería liberarse de los modelos y tradiciones figurativas del pasado, para dirigirse resueltamente al mundo contemporáneo, dinámico y en continua evolución.
Así los sujetos privilegiados se vuelven la ciudad, las máquinas, la caótica realidad cotidiana, y Boccioni en sus obras logra como ningún otro expresar el movimiento de las formas y lo concreto de la materia.
Con obras maestras como «Dinamismo de un ciclista» (1913) o «Dinamismo de un jugador» (1911), el artista presenta a un mismo sujeto en estadios sucesivos de tiempo, sugiriendo así la idea del desplazamiento en el espacio. Una superación del cubismo, que ciertamente tiene influencia sobre él, pero al que considera excesivamente estático.
El genio de Boccioni pudo además transferir estas concepciones a la escultura: basta pensar en «Formas únicas de la continuidad del espacio» (1913), que concreta magistralmente la concepción futurista, tal como hoy se puede ver en el MoMA de Nueva York.
con información de Ansa Latina
jcrh