CIUDAD DE MÉXICO.- A partir del mural «Sueño de una tarde dominical» en la Alameda Central, pintado en 1947 por Diego Rivera, al Museo Mural Diego Rivera (MMDR) se le designó como perfil, la exhibición, promoción y difusión de la vida y obra de Rivera en términos generales y en lo particular, la historia y contextualización de esta polémica obra, por estar considerada como la más conocida en términos visuales en la producción muralística del artista.
La historia de este inmueble, inicia cuando el arquitecto Carlos Obregón Santacilia, bajo la influencia cultural del Renacimiento Mexicano, invitó a Diego Rivera a ejecutar en los muros del entonces muy prestigiado Hotel del Prado, la que sería una de las obras más significativas del gran muralista mexicano: Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.
Elaborado en fresco, el mural plasma, en una mezcla onírica, episodios y personajes fundamentales tanto de la historia de México como de la infancia y la juventud del artista. El recorrido visual abarca desde la época virreinal, con la Santa Inquisición presente, hasta el México contemporáneo de mediados del siglo veinte, cuando el autor puso rúbrica a su obra.
Originalmente, Rivera pintó el mural en el restaurante Versalles del hotel. Dos años después de la muerte del artista, en 1959, se decidió reubicarlo en el vestíbulo. Fue necesario cortar la pared original de cada uno de sus extremos y por la parte trasera, desprenderla y montarla en una estructura de metal para su reinstalación. Es preciso señalar que toda la operación fue supervisada por la hija del muralista, la arquitecta Ruth Rivera.
El terremoto de 1985 sacudió y dañó severamente las estructuras del ya entonces viejo hotel. Fue imprescindible un nuevo traslado del Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el entonces llamado Departamento del Distrito Federal unieron esfuerzos para rescatarlo y colocarlo en lo que sería el Museo Mural Diego Rivera, un recinto específicamente construido para darle alojamiento, ubicado sobre Avenida Juárez, casi enfrente de su lugar original.
Este segundo traslado se llevó a cabo en 1986 mediante un movimiento calculado matemáticamente por especialistas de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Después de una limpieza general y el resane de algunas fisuras, el mural fue embalado en un gran cajón de madera, colocado por una grúa sobre una plataforma rodante y llevado lentamente hasta su nuevo hogar.
Ocho meses más tarde fue desprendida la capa pictórica que le había sido colocada para su protección durante las obras de reinstalación, y el mural de Diego Rivera fue restaurado mediante un finísimo divisionismo cromático que no afectó la originalidad de la obra. Fue un trabajo lento y cuidadoso. El 19 de febrero de 1988, finalmente, el Museo Mural Diego Rivera, con la espléndida obra en su interior, abrió las puertas al público.
En 1989, el Fondo Nacional para el Turismo (Fonatur) y el Banco Mexicano Somex traspasaron la propiedad del mural de Diego Rivera al INBA con el objeto de resguardar una de las obras murales más representativas de la historia del arte mexicano.
con información del Museo Mural Diego Rivera
jcrh