Por: Sergio Villaseñor

Salvador Dalí es uno de los pocos genios a los que les gustaba el futbol. Sin embargo, si había algo que el nativo de Figueras, España, no soportaba era algo más surreal que sus pinturas; fue por ello que sin chistar, se peló de territorio Azteca. Y eso que no vio nada.

¿La Liguilla flagela el sistema de competencia y atenta contra la justicia deportiva? ¡Pues hagamos no una, sino dos! ¿Que nuestro calendario está saturado y por eso no podemos elevar el nivel de competencia de nuestros equipos al medirse con los de Conmebol? ¡Pues no vayamos a la Libertadores! ¿Cinco jugadores extranjeros frenan el crecimiento de futuros prospectos mexicanos? ¡Pues elevemos el límite a 10 extranjeros por equipo!

¿Que el sistema de ascenso/descenso de un sólo equipo al año raya en la mediocridad si lo comparamos con ligas europeas en las que anualmente descienden hasta tres equipos al año? ¡Pues eliminémoslo! Faltaba más… ¡que no descienda ninguno!

A nivel mundial, el futbol se nutre de la segunda y tercera división. Debajo de éstas se encuentran las ligas regionales, y así hasta crear los cimientos de una estructura futbolístca.

Dicha lógica impera globalmente menos en el futbol mexicano, en donde la obscenidad no tiene límite y se hace hasta lo indecible para evitar que cualquier equipo que haya ganado con méritos propios un lugar en la Primera División, ascienda.

En la Tercera División del futbol mexa, 215 equipos pelean dos míseros lugares para el ascenso. Los que consiguen esta pírrica hazaña tienen que lidiar con una serie de estúpidos requisitos para jugar en Segunda A; de lo contrario, jugarían en Segunda B sin derecho al ascenso.

Una vez ahí, son 47 equipos los que disputan el pinchurriento ascenso, aunque al final, el campeón no podrá pasar del segundo escalón debido a la serie interminable de requisitos para ahora sí, participar en el Ascenso MX en donde compiten 10 equipos de petatiux, de los cuales, 6 no tienen derecho a llegar a la máxima categoría debido a que no cumplen con la infraestructura necesaria para participar en una Liga que se da ínfulas de primer mundo, pero que es administrada con las patas.

«De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país que es más surrealista que mis pinturas», dijo Dalí. Y en efecto, Salvador tenía razón, México es un país en extremo surreal.