PARÍS,- Los rostros delatan a los marselleses, aceptados los excesos en una noche de fiesta y alegría. De buena mañana, el país reflexiona sobre el éxito de la selección de Didier Deschamps y en todos los matinales se habla de Antoine Griezmann, el héroe de este equipo que el domingo jugará la final de la Eurocopa contra Portugal. Algo tiene Francia cuando hace de anfitriona que siempre pugna por los títulos, como en 1984 con Michel Platini conquistando el continente o en 1998 con Zinedine Zidane. Griezmann asume ahora la corona.
Antes de hablar de la final, la gente se recrea con la exhibición del delantero contra Alemania, decisivo con dos goles para condenar los errores de la campeona del mundo. El primero fue de penalti, cerrando la herida de la final de Champions de Milán, tranquilo para superar a un muro como Neuer. El segundo fue de pillo, de delantero, cazando un balón en el área que dejó muerto el portero alemán en una mala salida. 2-0 y fin de fiesta, genial el rojiblanco. «Tenía ganas de tirar otro penalti en un partido importante», explicó ante la prensa después de recibir el MVP.
En esta Eurocopa de poco fútbol, sin apenas actuaciones individuales a destacar más allá de la Bale con Gales, Griezmann es el hombre del torneo. Se fue llorando de Maracaná hace dos años, precisamente eliminada su selección ante Alemania, y este verano confirma ser el jugador en el que se ha convertido. Era un grandísimo delantero cuando llegó a la Real Sociedad y ahora hace muchísimas otras cosas bien.
Son ya seis goles, disparado hacia la Bota de Oro, a tres de Platini y Cristiano Ronaldo en esa tabla de máximos realizadores históricos del evento. Platini los hizo de una tacada en 1984 y Ronaldo lleva ya cuatro ediciones, viejo conocido con el que se cruzará de nuevo el domingo. Cuestionado después del gris estreno ante Rumanía, hace ya casi un mes de eso, el atacante toma distancia ante los elogios. «Estoy todavía muy lejos de Platini».
La realidad, sin embargo, es que Francia es lo que le proponga Griezmann, tan decisivo como lo fueron Platini y Zidane cuando se llegó al cielo de París. Gloria en 1984, en 1998 y ahora la buscan en 2016. Depende en buena parte de «El Principito», entronado ya como rey.
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