Hockenheim, en su día, era un circuito de bravura, de monoplazas rodando a tope de vueltas por entre el bosque. Hoy, entre retoños y pinos crecidos, reposa una cruz perdida y casi olvidada entre la espesura: «Jim Clark – 7.4.1968». Este fin de semana, en el GP de Alemania, pasarán cerca de ella los monoplazas de una Fórmula 1 muy diferente a la del inigualable escocés.
“Realmente, creo que Jim Clark era alguien especial. Para mí, el mejor de todos los tiempos”. Si Alain Prost así opinaba, por algo sería. En su día, la muerte del famoso piloto escocés produjo un impacto similar a la de Ayrton Senna en 1994. Lejana en el tiempo aquella tragedia, su figura sirve para reflexionar cómo ha cambiado la Fórmula 1 y sus protagonistas. Y también el mismo circuito en el que falleció.
“Cuando tuvo el accidente, todos nos quedamos destrozados, todo el mundo le quería, y por supuesto, a todos nos causó una profunda tristeza. Pero había otra dimensión también, algo egoísta. Fue todo un choque el tomar conciencia de que Clark no era inmune. Es que habíamos perdido a nuestro líder”, recordaba al respecto Chris Amon, contemporáneo del escocés. La muerte era algo cotidiano en los circuitos de la época, pero el talento de Clark parecía hacerle inmune a ella. Una sensación similar que produjo en sus colegas y la opinión pública la muerte de Ayrton Senna.
Clark era de origen un humilde granjero escocés, pero estaba tocado por el dedo de los dioses. De hecho, adoraba el simple hecho conducir por encima del amor a la máquina. Viajaba por los circuitos europeos desde su base en París conduciendo su propio Lotus Elan. En 1966, tomó parte en el Rallie Rac de Gran Bretaña, e iba camino de la victoria antes de sufrir un accidente con su Lotus.
Un año antes, ganó seis de las diez carreras del Campeonato del Mundo de Fórmula 1. Contaban los seis mejores resultados, y no corrió en Mónaco porque acudió con Lotus a Estados Unidos, a las 500 Millas de Indianápolis. Fue el primer piloto europeo en ganar la carrera americana en cincuenta años. En 1967 triunfó en la última carrera de la temporada en México con Lotus y en vez de cogerse vacaciones, marchó a Estados Unidos para competir en la Nascar Americana. Participó en 75 carreras de Fórmula 1: 33 poles y 25 victorias. Una por cada tres carreras disputadas.
Pero fue en el Deutschland Trophae, en un Fórmula 2, cuando Jim Clark acabó su espectacular carrera deportiva. Los grandes también solían correr en categorías inferiores. Clark era piloto de Lotus, y su presencia también ayudaba a vender monoplazas a otros equipos. Además, Lotus contaba con un nuevo patrocinador, God Leaf. Colin Chapman, el propietario de Lotus e íntimo de Clark, estaba de vacaciones y no estaba presente en la carrera.
Iba octavo, intentando remontar furiosamente. El único testigo visual, un comisario, le vio salir de lado de la curva Ostkurve a casi 250 km/h. Se estampó contra un árbol, de lado. Varias teorías circulan todavía sobre las causas del accidente. Un neumático pinchado o un fallo en el encendido del motor provocaron la pérdida de control del monoplaza por alguien superdotado para el pilotaje. Iba octavo. Derek Bell, rodaba por detrás. “Pude verlo, iba en la curva el motor se cortó, el coche se puso de lado por ello, el motor volvió a funcionar cuando estaba descolocado…” .
El funeral tuvo lugar el 10 de abril, en Chirnside Old Church en Escocia, con Graham Hill, Jack Brabham, Jochen Rindt, Jo Siffert, Dennis Hulme, Jackie Stewart, Jo Bonnier, Dan Gurney… Poco tiempo después, Hill fallecía en accidente de avión. Menos Brabham, Stewart y Gurney, el resto, desaparecerían también sobre cuatro ruedas.
Aunque construido antes de la Segunda Guerra Mundial, la configuración más conocida de Hockenheim quedó establecida a partir de 1966, con 6,769 kilómetros de longitud. Su seña de identidad eran las largas rectas por el bosque y el Motodrom, o estadio central para las tribunas, construido a semejanza de Indianápolis por Hans Hugenholt. Salvo esta última zona, el trazado se adentraba en la espesura con grandes rectas de ida y vuelta. En 1970, dos años después de la muerte de Jim Clark, se añadieron sendas chicanes. En 1980 una tercera, después de la muerte de Patrick Depallier. Nadie sin un buen motor tenía algo que hacer en Hockenheim.
Las chicanes de Hockenheim fueron modificadas varias veces con los años, la última, tras el accidente, precisamente de Senna. La tercera recibió el nombre del piloto brasileño. La primera, de Clark, porque fue cerca de dónde sufrió su mortal accidente. De 1977 a 2008 (salvo 1985), el circuito fue escenario del Gran Premio de Alemania aunque fue en 2001 su última edición del trazado antiguo, cuando ganó Ralf Schumacher con una media de 235.3 km/h.
Al margen de la peligrosidad del circuito, Bernie Ecclestone exigió a los organizadores que se eliminara todo el trazado del bosque para la siguiente temporada, 2002. Los motivos eran la seguridad, la dificultad de su cobertura televisiva y porque los espectadores se confinaban en el Motodrom. Las nuevas tribunas han aumentado la capacidad del nuevo Hockenheim hasta casi 120.000 espectadores.
Desde 2002, los árboles han ido ganando terreno al antiguo circuito. Y, en medio del bosque, una cruz perdida recuerda que allí se quedó uno de los mejores pilotos de todos los tiempos. También quedó allí para siempre uno de los circuitos más singulares de la Fórmula 1.
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