Por: Sergio Villaseñor

Un equipo que se precie de ser grande tiene muchas más obligaciones que derechos. Para un equipo grande la victoria es una obligación; debe agradar a la grada, salir campeón y de presentarse la adversidad, guardar silencio y dejarla atrás lo más pronto posible.

Un equipo grande ejerce su realeza, nunca la presume. América se asume como un grande, pero no acaba de serlo.

Un equipo grande tiene como obligación llenar su estadio, hacerlo un infierno para el rival; pero sobre todo abarrotar cada plaza que visite. Garantizar con su presencia la fiesta del pueblo en donde el calendario le mande pararse. Tigres posee la mejor afición, pero no es un grande.

Un equipo grande vive del presente, lo avala su pasado y tiene asegurado su futuro. Cruz Azul es un equipo con un gran pasado, pero no es un equipo grande.

Un equipo grande compra jugadores sin fijarse en el precio. No sólo compra a los mejores, los hace crecer. Monterrey es un equipo pudiente, pero no es un equipo grande.

Un equipo grande da la nota cuando pierde, no cuando gana (porque es su obligación). Chivas es el equipo más querido de México, pero no es un equipo grande.

Un equipo grande pierde la cuenta de los títulos que ha ganado. Su grandeza no está limitada a una década de gloria. Chivas fue el más ganador en los 60, Cruz Azul lo fue en los 70, América en los 80, Necaxa en los 90, Toluca en los 2000 y Tigres en la década actual.

Si al llegar a los 20 y 30, Tigres  sigue manteniendo esa prosapia, amedrenta a sus rivales con la camiseta, arrebata jugadores con la chequera, provoca un jolgorio en cada rincón que se pare, despierta alegrías con su derrota, le da a su rival la oportunidad de reivindicar la temporada sacándole un empate y suma tantas estrellas que no caben en su escudo, hasta ese momento sí estaríamos hablando del primer equipo grande del futbol mexicano.

Hasta que lo anterior no ocurra, estaremos hablando de un equipo de moda que tiene a los mejores jugadores de la Liga MX.