
ESTADOS UNIDOS.- Las grandes figuras deportivas, usualmente nacen en los lugares más insospechados y de los modos más inesperados. En el caso de Muhammad Ali, un ladrón de bicicletas fue el encargado de desencadenar una de las historias más increíbles de la historia.
En 1954, un pequeño y molesto Cassius Clay, se dirigió a un policía ese día de 1954, prometiendo que encontraría al ladrón que se había llevado su bicicleta y que se tomaría revancha. El consejo del policía fue que primero aprendiera a boxear.
Cassius tomó dicho consejo, lo llevó a niveles insospechados y como dicen por ahí, el resto es historia.
Ali se convirtió en un campeón peso pesado que batió récords, y en mucho más. Era bien parecido, atrevido y franco, y se convirtió en un símbolo de la liberación negra cuando se enfrentó al gobierno de Estados Unidos con su negativa de sumarse al ejército por razones religiosas.
Parlanchín como pocos, la modestia no era precisamente una de sus virtudes, al autoproclamarse no solo como «el más grande» sino «el más grande por partida doble». Claro, a diferencia de muchos, Muhammad Ali normalmente respaldaba sus dichos con hechos y cosa rara, pese a que hablaba en demasía, no era de los que caían mal.
Su último combate contra el mal de Parkinson, finalmente lo llevó a su esquina, ya no permitiéndole salir a pelear por un round más. Este viernes, perdió la batalla a los 74 años, contra una enfermedad que a lo largo de tres décadas le robó su gracia física y mató su locuacidad.
Los estadounidenses y el mundo nunca habían visto a un atleta -y quizás tampoco a una figura pública- como Ali. Era arrogante y rebelde y se animaba antes de las peleas recitando poemas en los que predecía el asalto en el que iba a noquear a su oponente de turno. Su audacia hizo que muchos lo despreciaran, pero también lo convirtió en el gran ídolo de millones de personas.
El hablaba, era bien parecido, hizo cosas maravillosas», dijo George Foreman sobre Ali. «Si tenías 16 años y querías copiar a alguien, ese alguien tenía que ser Ali», agregó.
Su aparición coincidió con el movimiento estadounidense por los derechos civiles, y su figura le dio a los jóvenes negros algo que no habían obtenido de Martin Luther King o de otros líderes.
Soy Estados Unidos. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí», solía decir.
Ali también tuvo un largo historial de peleas fuera del cuadrilátero: contra la opinión pública cuando se convirtió en musulmán en 1964, contra el Gobierno de Estados Unidos por la guerra de Vietnam, y finalmente contra el Parkinson.
El boxeador, que fue bautista, fue el converso al Islam más famoso en la historia de Estados Unidos al anunciar que se había unido al movimiento musulmán negro poco después de ser campeón del mundo. Eventualmente rechazó su nombre «blanco» y se convirtió en Muhammad Ali.
Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre», dijo.
jcrh