GRAN BRETAÑA,- Está considerado por muchos como el mejor caballo de carreras de la historia, además de estar valorado en 167 millones de euros gracias a sus propios logros y a los de sus herederos. Se llama «Frankel». De él se han pintado cuadros y escrito cientos de artículos. Es una celebridad en Gran Bretaña, donde nadie le olvida a pesar de que ya lleva cuatro años retirado. Hasta se ha levantado una estatua en su honor, inaugurada por la mismísima reina de Inglaterra.
“Verle en acción es como ver a Muhammad Ali o Leo Messi”, se dijo en su día a colación de sus logros. No, no hablamos de ninguna gran estrella del deporte mundial. O, al menos, no de un gran deportista humano, sino equino. Tal dimensión tuvieron las hazañas de Frankel, para muchos el mejor caballo de carreras de la historia. El valor monetario de futbolistas como Cristiano Ronaldo (88 millones de euros), Gareth Bale (94) y Paul Pogba (98) se queda corto en comparación con el del animal: 150 millones de libras; 167 millones de euros al cambio.
Se lo ganó a pulso en la pista (14 victorias en 14 carreras en dos años de competición) y fuera de ella, donde ahora es un semental de lo más reputado. Un rato de pasión con él para engendrar futuros campeones del turf cuesta nada menos que 125.000 libras (138.000 euros). Su actividad desde que se retiró es tan frenética como su vida deportiva, ya que a veces recibe hasta a tres o cuatro hembras por día. En sus mejores jornadas, cuelga el cartel de “No molestar” en su establo a las 7:30 de la mañana, a las 3 de la tarde y a las 9 de la noche.
La expresión “vivir a cuerpo de rey” casa a la perfección con Frankel. Sólo en su primer año como semental ya hizo ganar a sus propietarios alrededor de 15 millones de libras (16 millones de euros). Aunque su dieta y régimen ya no son los mismos que cuando competía, sigue estando en forma: realiza paseos diarios de 11 kilómetros alrededor del centro hípico en el que vive, Banstead Manor, en Suffolk (sureste de Inglaterra). Hay que recibir como se merecen a las múltiples yeguas que le pretenden. Si había hasta 200 en lista de espera en su estreno como macho alfa, imagínense ahora…
Con un 95% de éxito a la hora de procrear futuras estrellas del mundo hípico sólo en su primera temporada fuera de las pistas, la leyenda de Frankel sigue creciendo. Hijo y nieto de campeones, se quiere la misma gloria que él saboreó para el resto de generaciones de su familia. De ahí que haya tenido relaciones con hembras de tanto nivel como Dancing Rain, que ganó el prestigioso Gran Premio de Oaks en 2011. La prole que venga tiene que mantener bien alto el listón.
Porque, no, Frankel no fue un caballo de competición cualquiera. Ganó todas las carreras que disputó, a una velocidad de 64 kilómetros por hora y en todo tipo de distancias. A veces, lo hacía hasta por seis o siete cuerpos de margen y al trote. El jockey que siempre le montó, el irlandés Tom Queally, era un don nadie hasta que se convirtió en un ganador gracias al animal. Además, Timeform, el sitio web de referencia en el mundo del turf, le situó en el número uno de su ránking. ¿Cómo no iban a apodarle “el Usain Bolt de la hípica” con una trayectoria así?
De momento, varios herederos del corcel están dando motivos suficientes para que su padre y sus dueños se sientan orgullosos de ellos. Los hijos de Frankel son los caballos por los que más dinero se paga ahora mismo: uno de sus vástagos fue comprado por 1.15 millones de libras este año (1.110.000 euros). Además, 14 de sus descendientes ya han logrado 23 victorias en grandes carreras hípicas, lo que no deja de aumentar el valor de mercado del padre.
Destaca Seven Heavens, el más valorado de todos y capaz de culminar su debut en competición con una victoria en ‘La Catedral’ del turf, Ascot. Otros caballos como Cunco (primer hijo de Frankel) y Queen Kindly también han dado alegrías de peso a su familia equina durante el verano de 2016, primer año en el que han competido.
Pero la historia de Frankel, tan digna de guión hollywoodiense, también ha tenido momentos tristes. Sobre todo, debido al cáncer. El caballo fue llamado así en memoria de un preparador muerto por leucemia, Billy Frankel. Casualidades del destino, el entrenador del animal, Henry Cecil, falleció en 2013 tras seis años de lucha contra un tumor estomacal. Aun así, no dejó de visitarle semanalmente hasta su trágico final, y se fue con la sensación de que Frankel era “el mejor caballo que he visto en mi vida”.
Ahora queda la duda de si las nuevas generaciones equinas surgidas en sus cuatro años como semental levantarán las mismas pasiones que él. “Cuando tienes 126 hijos con 126 mujeres distintas, todos son bastante diferentes entre sí”, constataba el entrenador Hugo Palmer en The Guardian.
r3