LA HABANA,- La economía en Cuba parece repuntar, la relación con Estados Unidos -en apariencia- ha mejorado luego de décadas de aislamiento y el turismo bien podría mejorar el panorama. La llegada de 3.5 millones de visitantes el año pasado, un récord para la isla, sin embargo aumento la demanda de alimentos, causando un efecto dominó.
Lo irónico del caso es que los turistas se están comiendo las raciones de los cubanos a causa del bloqueo de Estados Unidos, advirtiéndose una mala planeación del gobierno. Los productos se van a manos de turistas adinerados y cientos de restaurantes privados que los atienden, hecho que genera alza de los precios y estantes vacíos.
Visto así, la industria del turismo privado entra en competencia desigual con la población general dice Richard Feinberg, profesor de la Universidad de California en San Diego. Desde hace mucho tiempo existe una separación entre los cubanos y los turistas, pues los complejos hoteleros de las playas y los hoteles de La Habana se han reservado a los extranjeros dispuestos a pagar más.
Pero como el gobierno se está enfocando en el turismo, lo que genera un aumento de nuevos viajeros que nutren la anémica economía de la isla, ha surgido la desigualdad más básica en medio del experimento capitalista cubano.
Elevar los precios de productos como cebollas y pimientos, o de frutas como piñas y limones, ha provocado que muchos no puedan comprarlos. La cerveza y el refresco pueden ser difíciles de encontrar, pues los restaurantes los compran al por mayor.
Es un cambio sorprendente en Cuba, donde un futuro compartido ha sido el pilar de la promesa revolucionaria. Mientras la entrada del dinero nuevo traído por los visitantes ha sido una oportunidad para el creciente sector privado de la isla, la mayoría de los cubanos todavía trabajan dentro de la economía dirigida por el Estado y luchan para que el dinero alcance.
El presidente Raúl Castro ha reconocido el aumento en los precios de los productos agrícolas y actuó para ponerles un límite. En un discurso que dio en abril, dijo que el gobierno revisaría las causas del aumento en los costos y castigaría a los intermediarios que cometieran manipulación de precios, con límites para los precios de ciertas frutas y verduras.
Pero los límites que el gobierno le impuso a los precios parecen ser insuficientes para brindar productos asequibles y de calidad a los cubanos. En vez de eso, simplemente han trasladado productos al mercado comercial, donde campesinos y vendedores pueden aumentar los precios, o al mercado negro.
La semana pasada, en dos mercados controlados por el Estado en La Habana, los estantes eran monumentos al almidón: papas, yuca, arroz, frijoles y plátanos, además de algunas pálidas sandías deformes. En cuanto a los tomates, pimientos verdes, cebollas, pepinos, ajos o lechugas —sin hablar de aguacates, piñas o cilantro— solo había promesas.
“Vengan el sábado para ver si hay tomates”, propuso un vendedor. Era más una pregunta que una sugerencia.
Pero en un mercado de cooperativa, donde los vendedores tienen más libertad de establecer sus precios, las frutas y verduras estaban apiladas de manera elegante y con abundancia. Rarezas como uvas, apio, jengibre y una variedad de especias competían por la atención de los compradores.
El mercado es un favorito de los restaurantes privados que han surgido para atender a los visitantes. Emplean grupos de compradores que todos los días recorren la ciudad para adquirir frutas, vegetales y bienes no perecederos, con presupuestos que sobrepasan los del hogar promedio.
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