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Cuentos Políticos: revolución espiritual

Cuentos Políticos: revolución espiritual

¿Cuál podría ser una alternativa eficaz para disparar al infinito los coeficientes de crecimiento económico de nuestro país? Se trata de ejecutar una revolución espiritual para elevar a nuestros compatriotas a la altura misma exigida por la más elemental dignidad humana. La tarea se reduce a aumentar el catálogo de conceptos de pecado mortal contenidos en los dispositivos católicos.

Aceptemos que cometerá pecado mortal quien tenga más hijos de los que pueda mantener. En entidades federativas, donde el analfabetismo flagela con la misma fiereza que la hambruna, la explosión demográfica se suma a la debacle sepultando bajo muchos metros de tierra cualquier posibilidad de evolución y de progreso. En semejante infierno de perros nadie tiene derecho a soñar, si acaso se anhela escuchar la voz estentórea que comunica el sentido de la sentencia dictada el día del Juicio Final para poder, ahora sí, una vez lograda la absolución divina, ver compensados con creces, en la eternidad, los horrores padecidos a lo largo de la demoníaca existencia terrenal…

Otro nuevo pecado y causal de excomunión recaería sobre quienes caigan en los supuestos de la miseria extrema. ¿Impiedad? ¿Crueldad? ¿Si es piadoso y benévolo quien los mantiene en esa condición inhumana con arreglo a intereses inconfesables? Nada de consuelos ni de perdones ni de indulgencias, pagadas o no con limosnas o con un animalito de los paupérrimos corrales ni de conceder la extremaunción. Indefectiblemente se irán al infierno por irresponsables. El miedo al castigo divino los obligará a modificar su dinámica diaria y a sacarlos de la resignación que los puede llegar a hundir junto con el país. No, no más resignación: no queremos un país de resignados embrutecidos con un más allá de remota existencia.



Nada, nada de que “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos…” Dicho reino entonces se llama infierno y quien propone semejante tesis se llama Mefistófeles o, si se desea, Lucifer disfrazado de sotana. ¿Cómo, cómo sostener racionalmente que “bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra? ¿Cuál tierra? ¿Dónde? ¿Otra del mismo corte…? “Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja a que entre un rico por el reino de los cielos…” ¿Y los altos prelados de la iglesia que ostentan cruces pectorales de oro con esmeraldas, brillantes y rubíes, con las que se podrían construir o equipar varias escuelas u hospitales y que, además, poseen autos de lujo y casas de recreo dentro y fuera del país? ¿Cómo le explicarán a Dios su ostentosa riqueza sobre todo cuando descendían de helicópteros subsónicos?

Los ricos crean riqueza, fuentes de trabajo, pagan impuestos —los que su conciencia les dicta— ayudan a la captación de divisas y algunos —muy contados— hasta realizan obras filantrópicas… ¿Qué tal un México con 20 millones de ricos aunque tengan restringido su ingreso al reino de los cielos…? No propongo una apología del hombre rico ni sugeriría como modelo existencial la frivolidad en la que generalmente vegetan ni mucho menos acepto el agio ni la usura ni la contemplación de la vida a través de la especulación mercantil. Hay matices. Aceptémoslos.

Es imperativo despertar de este sueño narcotizado y convencernos de las infamias del conformismo. Si el ocio fuera un pecado capital en México, si la miseria fuera una causal de excomunión, tendríamos otro país.

jcrh