Sí, sí, a ver, sí: ¿Y la sociedad Mexicana, qué? ¿Qué…? ¿Acaso durante la guerra entre México y los Estados Unidos, según describo en mi novela México Mutilado, muchos estados de la Federación no se abstuvieron de enviar soldados, armamento y dinero porque se decían ajenos al conflicto militar?
El malvado clero, otro feroz enemigo de lo mejor de México, ¿no se negó a aportar 15 millones de pesos imprescindibles para financiar la defensa mexicana, además de derrocar en plena conflagración al gobierno del presidente Gómez Farías y organizar el levantamiento de los Polkos? ¿El general Winfield Scott no se las arregló para formar la Mexican Spy Company, un grupo de espías mexicanos que delataban las estrategias defensivas mexicanas? ¿Santa Anna no propuso urdir la derrota mexicana con el presidente James Polk a cambio de un puñado de dólares? ¿Los vendedores de frutas, legumbres y víveres no enajenaron sus productos a los invasores a cambio de monedas de oro cuando las tropas norteamericanas hubieran perecido de hambre ante la imposibilidad logística de abastecerlas desde Veracruz…? Es claro que en aquella ocasión los mexicanos no nos tomamos de la mano…
¿Cómo responderá la sociedad mexicana si Trump llegara a la Casa Blanca? ¿Y si cancelara el TLC, para lo cual no necesita la ratificación del congreso, un tratado que implica transacciones diarias por 1000 millones de dólares? ¿Y si imponen gravámenes a las remesas mexicanas? ¿Y si deporta a millones de paisanos y construye el muro? ¿Y si comete toda esta cantidad de salvajadas, cómo deberíamos responder como sociedad?
Si los perjuicios que resentiríamos los mexicanos serían enormes, pues yo propondría (imposible dejar de soñar con las fantasías propias de un novelista) que nuestros paisanos no vuelvan a pizcar ni frutas ni legumbres para provocar la putrefacción de las cosechas en California y Texas. La insolvencia de los agricultores se traduciría en un daño severo en el sistema bancario ante la imposibilidad de cobrar miles de millones de dólares de créditos. ¿No quieren nada con los mexicanos? ¿No…? Que los chicanos se nieguen a pegar un solo ladrillo más en la industria de la construcción ni sirvan en los restaurantes ni a volemos en una línea aérea gringa… Abstengámonos, en la medida de lo posible, de comprar productos yanquis, evitemos viajar a ese país, salvo casos de fuerza mayor… Conozcamos México y sus tesoros.
Cancelemos el odioso shopping, consumamos lo que México produce, fortalezcamos la economía mexicana, volvamos a nuestras tradiciones, escuchemos nuestra música, desechemos las hamburguesas y disfrutemos nuestras tortas, muy superiores a la carne asada. Ya no entonemos el Happy Birthday ni festejemos el Halloween, so pena de perecer fusilado en el zócalo capitalino ni bebamos sus mugrosas aguas negras… ¿Qué quedaría de la política del buen vecino…? ¡Nada!
Si somos el segundo cliente de los norteamericanos y desprecian nuestra fortaleza comercial, tendremos que hacerles entender que somos capaces de enfrentar la adversidad tomándonos firmemente de la mano para alcanzar un objetivo común tanto en México como en Estados Unidos…
Sólo que no se preocupen mis dos lectores: después de leer el discurso de Tim Kaine, el compañero de fórmula de Hillary, apuesto doble contra sencillo, que el Hitler yanqui no llegará a la Casa Blanca…
jcrh