BRASIL,- Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil quien fue suspendida de su cargo, ha recurrido a la financiación colectiva para subsidiar la campaña que lanzó para luchar en contra de su posible destitución y revivir su imagen. Michel Temer, quien tomó posesión del cargo de presidente interino en mayo, impuso restricciones de uso a Rousseff con respecto a los aviones de la fuerza aérea, sólo permitiendo su uso para visitar a su familia en la ciudad sureña de Porto Alegre.
El esfuerzo de financiación colectiva había recopilado más de 600 mil reales, según sus organizadores, más del objetivo de 500 mil reales que se había fijado para financiar sus viajes en el país.
Rousseff, quien fue suspendida por el senado por su supuesta manipulación de las finanzas públicas de Brasil, ha descrito el proceso de destitución como un golpe de estado parlamentario. Desde entonces, ha luchado para mantener un perfil público desde su base en el Palácio da Alvorada, la residencia presidencial que sigue ocupando.
Cualquier indicación de un retorno al poder de Rousseff — cuya destitución se va a someter a votación en el senado el mes entrante — causaría trastornos en los mercados, aseveran los analistas. Su gobierno de izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) dejó a Brasil con uno de los peores déficits de tiempos recientes. Durante su mandato la economía sufrió una de las recesiones más severas que se han visto en cerca de un siglo.
Temer, miembro del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), un partido centrista, ha establecido medidas para restablecer la confianza de los mercados, como una reforma del presupuesto que permitiría la introducción de una limitación permanente de los gastos y un recorte del gasto público.
Los analistas dicen que la odisea de Rousseff se parece a una campaña exitosa realizada por su predecesor y mentor, Luiz Inácio Lula da Silva, conocida como la “caravana de los ciudadanos”, durante la cual Lula da Silva viajó a través del país, pidiendo el apoyo del pueblo.
Sin embargo, según los analistas, a diferencia de Lula da Silva, Rousseff no es una oradora talentosa y su intento por recobrar el poder no va a ser fácil. Muchos analistas piensan que la mayoría de los miembros de su partido consideran que la presidenta y su legado constituyen un lastre que podría costarles la próxima elección en 2018.
João Augusto de Castro Neves, un analista del Eurasia Group, dijo que la idea de un golpe de estado tal vez sea atractiva para los miembros de extrema izquierda del PT pero ha radicalizado al partido y reducido la posibilidad de que puedan ganar de vuelta a los votantes de clase media.
Para Temer, las señales de que la crisis económica estaba llegando a su fin — como la reducción del déficit de la cuenta corriente y el aumento de las exportaciones — eran una indicación de un futuro más positivo con tal de que evite ser implicado en el escándalo de Petrobras, la compañía petrolera estatal.
Marcelo Odebrecht, uno de los empresarios de la industria de la construcción que fue condenado por conspirar con políticos y ejecutivos de Petrobras para obtener comisiones clandestinas de la compañía, revelará información en los próximos meses que podría causar un terremoto. Romero Jucá, el ministro de planificación de Temer, se vio forzado a renunciar después de que fue acusado de haber conspirado para detener la investigación de la corrupción.
Mientras los políticos brasileños intentan recobrar la confianza del pueblo, una reciente encuesta de CNI mostró que el gobierno del Sr. Temer era considerado bueno o excelente por sólo 13 por ciento de los encuestados mientras que 39 por ciento lo calificaban como malo o terrible. Pero estos resultados son mejores que los de los últimos días del gobierno de Rousseff, que en marzo fue considerado como malo o terrible por 69 por ciento de los encuestados.
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